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Fratelli Tutti (Vatican Media) |
Hace cinco
años el Papa Francisco publicó la encíclica Laudato si’, en la que se
establece con claridad las conexiones entre la crisis ambiental, la crisis
social, las guerras, las migraciones y la pobreza. Y señaló un objetivo a
alcanzar: el de un sistema económico y social más justo y respetuoso con la
creación, con el hombre como guardián de la Madre Tierra y no el dinero elevado
a la divinidad absoluta. Hoy, con la nueva encíclica social Fratelli tutti
(Hermanos todos), el Sucesor de Pedro muestra el camino concreto para alcanzar
esa meta: reconocerse como hermanos y hermanas, hermanos porque hijos,
guardianes unos de otros, todos en el mismo barco, como la pandemia ha hecho
aún más evidente. La manera de no rendirse a la tentación del homo homini
lupus, de los nuevos muros, del aislamiento, y mirar en cambio el icono evangélico
del Buen Samaritano, tan actual y fuera de la caja.
El camino
indicado por el Papa Francisco se basa en el mensaje de Jesús que hace caer
toda extrañeza. El cristiano está llamado, de hecho, a "reconocer a Cristo
en cada ser humano, a verlo crucificado en la angustia de los abandonados y
olvidados de este mundo, y resucitado en cada hermano que se levanta".
Pero el de la hermandad es un mensaje que puede ser aceptado, comprendido,
compartido también por creyentes de otras religiones, así como por muchos no
creyentes.
La nueva
encíclica se presenta como una suma del magisterio social de Francisco, y
recoge de manera sistemática las ideas ofrecidas por los pronunciamientos,
discursos e intervenciones de los primeros siete años de su pontificado. Un origen
e inspiración está ciertamente representado por el "Documento sobre la
hermandad humana para la paz y la coexistencia mundial", firmado el 4 de
febrero de 2019 en Abu Dhabi junto con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad
Al-Tayyib. A partir de esa declaración común, que constituye un hito en el
diálogo entre religiones, el Papa reitera su llamamiento para que se adopte el
diálogo como medio, la colaboración común como conducta y el conocimiento mutuo
como método y criterio.
Sin
embargo, sería reductivo relegar la nueva encíclica sólo a la esfera del
diálogo interreligioso. El mensaje de todos los hermanos nos concierne a cada
uno de nosotros. Y también contiene páginas esclarecedoras sobre el compromiso
social y político. Puede parecer paradójico que sea el obispo de Roma, voz en
el desierto, quien relance hoy el proyecto de la buena política. Una política
capaz de retomar su propio papel, confiada durante demasiado tiempo a las
finanzas y a la fábula de los mercados que produciría bienestar para todos sin
necesidad de ser gobernada. Hay todo un capítulo dedicado a la acción política
vivida como servicio y testimonio de la caridad, que se nutre de grandes
ideales y planes para el mañana pensando no en la pequeña ganancia electoral
sino en el bien común y sobre todo en el futuro de las nuevas generaciones. Una
vez más, en un momento en que tantos países se están cerrando, es precisamente
el Papa quien formula la invitación a no perder la fe en los organismos
internacionales, aunque estén necesitados de una reforma para que no sean sólo
los más fuertes los que cuenten.
Entre las
páginas más fuertes de la encíclica se encuentran las dedicadas a la condena de
la guerra y el rechazo de la pena de muerte. Después de la Pacem in Terris de
Juan XXIII, partiendo de una mirada realista a los resultados catastróficos que
tantos conflictos en las últimas décadas han tenido para la vida de millones de
personas inocentes, Francisco recuerda que hoy en día es muy difícil sostener
los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible
"guerra justa". Así como el uso de la pena capital, que debe ser
abolida en todo el mundo, es injustificado e inadmisible.
Es cierto,
como señala el Papa, "en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a
la misma humanidad se están debilitando, mientras que el sueño de construir
juntos la justicia y la paz parece una utopía de otros tiempos". Pero es
necesario volver a soñar y sobre todo realizar ese sueño juntos. Antes de que
sea demasiado tarde.
Andrea Tornielli
Vatican News