El cardenal Ambongo, arzobispo de
Kinshasa, ha visitado la conflictiva región de Kivu para conocer la «dramática
situación» de la gente y pedir responsabilidad a todos los implicados
Foto: UN photo/Sylvain Leichti
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«Un grito se oye, llanto y lamentos grandes; es
Butembo y Beni que lloran por sus hijos y rehúsan el consuelo, porque ya no
viven».
El cardenal africano Fridolin Ambongo, OFMCap, arzobispo de Kinshasa,
aprovechó las lecturas del día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre,
para denunciar la muerte en dos meses de más de 200 civiles en la región
congoleña de Kivu.
Durante una
Misa celebrada en la parroquia de Santa Teresa de Ávila, en Beni, se preguntó
«si en la República Democrática del Congo quedan aún Josés, responsables
capaces de proteger a sus compatriotas de la sed de poder y riqueza de los
Herodes modernos que se multiplican impunemente».
El nuevo cardenal (lo creó el Papa Francisco en
octubre) acaba de protagonizar una gira por Kivu del Norte para tomar el pulso
a esta conflictiva región, golpeada por la violencia desde los años 1990. Su
visita se enmarca en los esfuerzos que está haciendo la Iglesia en el país por
promover la paz. En paralelo –explica a Alfa y Omega Clément
Makiobo, secretario general de la Comisión de Justicia y Paz– este organismo
está preparando un informe sobre la situación para presentarlo ante la Unión
Europea en las próximas semanas.
Un atentado
como recibimiento
«La situación
de la gente es dramática. Por la falta de seguridad han tenido que abandonar
sus campos, sus aldeas, sus hogares», denunció el cardenal Ambongo el día 3 en
una rueda de prensa a su vuelta a la capital. Desde que el Gobierno lanzó una
ofensiva en octubre contra los grupos armados que operan en la región, los
ataques de estos se han recrudecido. La mayor parte se atribuyen a las Fuerzas
Armadas Democráticas (ADF), responsables de la muerte de más de 2.000 personas
desde 2014. El mismo día de la llegada del cardenal, asesinaron a una persona
en Mayimoya.
Para el arzobispo de Kinshasa, uno de los
principales problemas es la permeabilidad de la frontera, por la que lo mismo
entran guerrillas que población desplazada. Este «flujo» constante está creando
un clima de «frustración y enfado» y, a sus ojos, confirma la existencia de un
«plan de desestabilización y balcanización» en la región.
Ya lo denunció
en junio la Conferencia Episcopal del Congo (CENCO), en un mensaje que afirmaba
que estaba «orquestado en el exterior con la complicidad de algunos
compatriotas». Por ello, Ambongo ha pedido al Gobierno que «convenza por la vía
diplomática a los países vecinos, en particular a Uganda, Ruanda y Burundi, para
que dejen de enviar a gente» al país.
Respaldo a la
misión de la ONU, con matices
Durante los
cinco días que duró su gira, el cardenal lo mismo exhortaba a la población a
«no perder el valor» –pues «nosotros vivimos de la esperanza cristiana»–, que
la animaba a seguir consejos básicos de higiene para combatir la epidemia de
ébola que golpea la zona. También ha tenido ocasión de hacer que la voz de la
Iglesia sobre el conflicto sea escuchada por las autoridades civiles,
policiales y militares.
Ante ellos no ha eludido otra vertiente de la
delicada situación: el descontento popular por la inacción de la Misión de las
Naciones Unidas para la Estabilización del país (MONUSCO). Reconoció y criticó,
el día 28, que «a su lado se degüelle a gente» sin que hagan nada. «Deben
cuestionarse sobre esto y mejorar su rendimiento».
Pero, al mismo
tiempo, invitó a la población a seguir confiando en todas las fuerzas de
seguridad (ONU, Fuerzas Armadas y Policía) y a sus miembros a no caer en
«divisiones y acusaciones mutuas» que solo harán que «el enemigo se haga más
fuerte». De vuelta a Kinshasa, afirmó que «sería un error, y así se lo he dicho
a la gente, expulsar a la MONUSCO», como han pedido algunas voces. «Representan
a la comunidad internacional».
María Martínez López
Fuente: Alfa y
Omega