Cristo
nos llama desde el Sagrario
Hola,
buenos días, hoy sor Amada nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
por la tarde estaba yo leyendo en una celda que no vive ninguna monja, cuando
de pronto oigo por la ventana que da a la huerta que están llamando a alguien.
Como no entendía bien, no hice caso, pero las voces seguían, y ya puse más
atención. Era a mí a quién llamaban. Quien me buscaba era una hermana desde la
celda vecina: “¿Dónde estás?”. Me asomé a la ventana y nos vimos las dos a una
distancia de tres metros, era de risa, pero es que me estaban buscando y no
sabían dónde estaba.
Así
hace Cristo. Él se asoma desde la ventana del Cielo, Él nos ve, nos llama por
nuestro nombre, nos conoce tal como somos y nos ama así, quizá algo
despistados, a punto de darle la espalda... y Jesús, como el Buen Pastor, va
detrás de nosotros con su silbo amoroso, pensando: “A ver si me oyen”, y sigue
esperándonos.
Pero
Cristo tiene otra ventana que está muy cerca de todos; es el Sagrario. Detrás
de esa pequeña puerta está siempre disponible para escucharnos, consolarnos,
aconsejarnos. De una forma misteriosa, pero real, entra en nuestro corazón y
nos da su paz, no como la da el mundo, sino más plena, porque da respuesta a
todas nuestras inquietudes y desasosiegos más profundos, acompaña nuestras
soledades y nos da su libertad, con la cual nos hace ser libres y felices.
Cuánto
atrae esta ventana del Sagrario, desde ella nos sigue llamando Cristo. ¿Nos
haremos los despistados? ¿O le queremos responder enseguida?
Hoy
el reto del amor es que, ante las llamadas de tus padres, compañeros de
trabajo, de un pobre que está en la calle y, especialmente, de Cristo que llama
a la puerta de tú corazón, no te hagas el despistado, no mires para otra parte:
¡te esperan, apuesta por amar!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma