Los “hacedores del mal”, no serán reconocidos por el
Señor, cuando llegue la hora de la salvación
A la hora del Ángelus dominical el Papa Francisco
reiteró que el Señor nos reconocerá “por una vida humilde y buena”, traducida
“en obras”. Para eso es necesario “pasar por la puerta estrecha”, lo que
requiere compromiso y una voluntad firme de vivir según el Evangelio
El Señor no nos reconocerá por nuestros títulos, sino
por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduce en obras: lo dijo
el Papa Francisco este domingo a la hora del Ángelus, reflexionando sobre el
Evangelio del día, Lucas 13, versículos 22 al 30. El Evangelio del XXI domingo
del tiempo ordinario se centra en la respuesta de Jesús a un hombre, que le
pregunta si “son pocos” los que se salvan. El Papa señaló que la respuesta de
Jesús, no se enfoca en la “cantidad” sino en la “responsabilidad”, con lo que
nos invita a “usar el bien”, en el tiempo presente. En efecto, el Maestro dice:
«Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán
entrar y no lo conseguirán» (v. 24).
No hay número
cerrado en el Paraíso
Las palabras de Jesús, hacen comprender que
“no se trata de una cuestión de número”, pues “no hay ‘número cerrado’ en el
Paraíso”. Se trata, dijo Francisco, de atravesar desde ahora el pasaje
correcto, que está ahí para todos, pero es estrecho:
«Este
es el problema. Jesús no quiere ilusionarnos diciendo: “Sí, tranquilos, es
fácil, hay una hermosa carretera y en el fondo una gran puerta...”. No, Jesús
nos dice esto: nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el
pasaje es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno
debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha”
porque es exigente, el amor es exigente siempre, requiere compromiso, más aún,
“esfuerzo”, es decir, una voluntad firme y perseverante de vivir según el
Evangelio. San Pablo la llama “la buena batalla de la fe”. Se necesita el
esfuerzo de todos los días, de todo el día para amar a Dios y al prójimo».
El Señor no reconocerá a los “operadores de
injusticia”
Ahondando
en la parábola narrada por Jesús a estos hombres, el Santo Padre explicó que
hay un “dueño” de una casa que “representa al Señor”, y su casa “simboliza la
vida eterna, la salvación”:
«Aquí
vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: “En cuanto el dueño de casa se
levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la
puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son
ustedes’”.».
Estas
personas, “tratarán de ser reconocidas", recordando al propietario que han
comido y bebido con él y que han escuchado sus consejos, sus enseñanzas en
público. Pero el Señor repetirá que no los conoce y los llama "agentes de
injusticia”. “Este es el problema”, señaló Francisco. Pues, “el Señor nos
reconocerá no por nuestros títulos, - mira, Señor, que yo pertenecía a aquella
asociación, que era amigo de aquel monseñor, de tal cardenal, de tal
sacerdote...', no. Los títulos no cuentan. El Señor nos reconocerá solo por una
vida humilde, una vida buena, una vida de fe que se traduce en obras”.
Luchar contra todas las formas de maldad e
injusticia
El
Romano Pontífice concluyó señalado el significado que esto tiene para nosotros
los cristianos. Y es que estamos llamados a establecer una verdadera comunión
con Jesús “orando, yendo a la iglesia, acercándonos a los Sacramentos y
nutriéndonos con su Palabra”.
«Esto
nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza, reaviva la caridad. Y así,
con la gracia de Dios, podemos y debemos prodigar nuestras vidas por el bien de
nuestros hermanos y hermanas, luchando contra todas las formas de maldad e
injusticia».
Nos ayude María, Puerta del Cielo
El Santo Padre Francisco terminó rogando a
la Virgen María para que nos ayude en esto. Ella que “pasó por la puerta
estrecha que es Jesús”, “ lo acogió con todo su corazón y lo siguió todos los
días de su vida”, “aun cuando no entendía”, aun cuando “una espada atravesaba
su alma”.
«Por
eso la invocamos como “Puerta del Cielo”; una puerta que sigue exactamente la
forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, corazón exigente, pero abierto a
todos nosotros».
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
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