Que
no se marchite
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estos
días, nuestra huerta parece un asombroso cuadro de acuarela en que se juntan
los colores; especialmente el verde y el rojo, característico de la amapola,
¡todo un campo lleno de ellas!
Siempre
que paso por ahí y las veo, recuerdo algo que me sucedió de niña. Se ve que
siempre me han gustado estas florecitas y, tanto fue así que, un día que
estábamos en el campo, decidí coger unas cuantas de ellas y fui corriendo a
llevárselas a mi madre. Pero, pocos minutos después, cuando llegaba con el ramo
en la mano dispuesta a darle mis flores, descubrí que todas se habían
marchitado.
Mi
madre, con una sonrisa de agradecimiento, me explicó que las amapolas son
flores que, si las cogemos, en seguida se ponen feas; sin embargo, si las vemos
crecer en un campo, son muy lucidas, y a todos llaman la atención. Siempre que
veo amapolas recuerdo aquello...
Así,
en uno de nuestros paseos, me puse a mirarlas, y me di cuenta de que el amor es
tan delicado como estas flores. Sí, porque necesita crecer, florecer, pero no
se le puede intentar poseer, pues, en el momento en el que esto sucede, en el
momento en que queremos que los demás nos quieran así o asá, o en el momento en
que pretendemos que los demás cumplan nuestras expectativas.... en ese momento,
se marchita el Amor auténtico.
Cuando
hablamos de amor, muchas veces pensamos más en lo que esperamos recibir; sin
embargo, Jesús nos ha enseñado que el Amor es darlo todo sin esperar nada a
cambio.
El
Amor hay que dejarlo crecer y, para ello, somos nosotros los que tenemos que
cuidar al otro. Jesús ha muerto por nosotros para romper nuestras ataduras,
regalándonos a todos el don de ser felices haciendo felices a los demás.
Hoy
el reto del amor es invitar a un amigo a un café y escucharlo sin esperar nada
a cambio. Alegría, risas, una buena charla y alguna confidencia... disfruta del
paisaje que nace al hacer feliz a quien tienes al lado.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma