Sobre
alas de ángeles
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día tuve que subir al desván a por una caja. La subida en sí podría entrar
en cualquier catálogo de multiaventura. Resulta que las escaleras en cuestión
pertenecen a la fundación del convento, es decir, gozan de 400 espléndidos
años.
Como
pieza de museo, es algo extraordinario, pero, como escalera, deja mucho que
desear. Los escalones son muy pequeños (casi no entra el pie), cada uno de una
altura, y tan lisos como lisa puede ser una tabla de madera cortada hace cuatro
siglos. Lo dicho, una aventura eso de ir al desván.
Abrazada
ya a la caja, que pesaba de lo lindo y era más grande que yo, me dispuse a
afrontar el descenso. No veía nada, así que iba con un cuidado extremo dentro
de mi velocidad. Palpé con el pie el escalón, comencé a bajar y... ¡¡se me
enganchó el zapato en la falda!!
Calculando
el peso de la caja, la inclinación del cuerpo, la fuerza de la gravedad y
demás, tenía que haber rodado escaleras abajo hasta aterrizar directamente en
el abrazo con el Padre celestial.
Sin
embargo, no pasó nada de eso.
Sinceramente,
fue como si alguien sostuviera la caja al otro lado. En un segundo que viví
como eterno, apoyada en la caja, no perdí el equilibrio, sino que desenganché
el pie y pude seguir bajando. Eso sí, no sabía si dar gracias al Señor, a la
Virgen, a mi ángel... ¡o a todos los santos!
Orando
esto, disfruté pensando que, a pesar de que sintamos el vértigo de estar en lo
alto de una escalera, no debemos temer pues, aunque nos tape la vista una caja,
¡el Señor siempre cuida de nosotros!
Pero,
¡ay!, entonces un pensamiento cruzó mi mente: “Pero, ¿y si te hubieses caído?”
Al
instante me vino a la cabeza la frase de un sacerdote: “Yo no juzgo la bondad
del Señor por lo que me pasa, sino que juzgo lo que me pasa por la bondad del
Señor. Hay momentos en que no entiendo, ¡pero confío! ¡Él lo hace todo bien!”
“Si
me hubiese caído”, sonreí mirando al Sagrario, “¡seguro que saldría un buen
reto!”
Hoy
el reto del amor es confiar. Te invito a que hoy des permiso a Cristo para ser
Señor de tu vida. ¡Él sabe más, y, sobre todo, Él busca tu bien! Dale permiso
para actuar en tu vida sin juzgarLe. Hoy, pase lo que pase, ¡confía! “Dios es bueno
todo el tiempo...”
VIVE
DE CRISTO
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