Se trata de llegar a él sabiendo que no va a ser fácil, no va a ser todo
color de rosa, pero que va a ser maravilloso
El noviazgo es
un tiempo hermoso. Un momento donde experimentamos la ansiedad por encontrarnos
con la otra persona, donde a algunos nos sale a flote nuestro lado más “cursi”
–lo cual puede tener manifestaciones terribles, todo dependiendo de la
“gravedad” de la situación–, donde el alma parece dar un vuelco cada vez que se
piensa o se escucha al otro, se vive un vaivén de sorpresas, se recolectan recuerdos
compartidos y todo nos habla del amor.
Al mismo
tiempo, junto a todo este revoloteo de sentimientos, es un proceso de
preparación y de maduración, donde la pareja se descubre a sí misma y camina
hacia un compromiso para toda la vida. Y en este proceso, entre peligroso y
sublime, no nos da miedo hacer promesas que, para otros, podrían parecer
arriesgadas, porque el “siempre” se hace muy breve cuando se está junto a la
persona amada. Pero “para siempre”, ¿será posible?
¿Cómo saber si
este “para siempre” tiene posibilidades de ser? Aquí te dejo unas preguntas que
todo novio debería poder responder antes de emprender esa aventura llamada
matrimonio :)
1. ¿Por qué me
amas?
Esta pregunta
puede ser muy desconcertante para muchos porque ¡si estamos juntos es porque
nos amamos! ¿O no? Pero, ¿qué entendemos por amor? La mejor definición del amor
me la dio una vez un amigo, quien me enseñó que, simplemente, “el amor es la
capacidad de hacer algo por otro”. Si se asimila bien este concepto, todo se
desglosa más fácilmente. Uno aprende a renunciar a un gusto personal, a
sacrificarse, a entregarse, aunque esto muchas veces no vaya acompañado de
mariposas o alegría: “No digo esto, porque la amo, escojo lo que él
prefiere, porque lo amo, no pongo mala cara, porque lo amo, dejo este gasto
superfluo por él/ella y/o mis hijos, por amor”, y así… ejemplos hay infinitos.
Quien está dispuesto a amar es, en resumen, quien está dispuesto a poner el
hombro para construir la relación, incluso cuando “no se tienen ganas” o “no se
siente nada”. Quién está dispuesto a entregarse por completo y a recibir por
completo a la otra persona en toda su dimensión. No solo por partes o por
momentos.
2. ¿Serás capaz
de enamorarte cuando la rutina te atrape?
De novios, esto
no es difícil. Lo difícil, muchas veces, es permanecer alejados. Pero con el
tiempo, la rutina, la sobrecarga de preocupaciones y de cansancio, a veces
cuesta hacer espacio a pequeñas acciones que digan “todavía te quiero, sigues
siendo lo más importante para mí, me sigues encantando y sigo teniendo ojos
solo para ti”. Hay que manifestarse este cariño, aunque renovar el afecto día a
día a veces pueda significar un esfuerzo. Pero el amor es sacrificio. De modo
que el casado tiene que amar a su mujer y demostrárselo.
Como dijo en una
ocasión San José María Escrivá, y como también ya lo advirtió la Madre Teresa
de Calcuta: “El amor, para que sea verdadero, nos debe costar”. Sí, a veces
cuesta, pero recompensa.
3. ¿Te quedarás
conmigo en los momentos más duros?
El matrimonio
no es una eterna luna de miel, y los “momentos duros” no solo refieren a la
muerte y la enfermedad del cónyuge. Muchas veces están escondidos en la misma
cotidianeidad, desde el cansancio luego del trabajo, en el mal humor después de
distintas contradicciones, en el agotamiento por permanecer en vela atendiendo
a un hijo enfermo… hasta el dolor indescriptible que se experimenta si se
pierde a uno. Podría citar muchos más ejemplos, pero creo que se entiende:
momentos duros los habrán.
Creer que porque nos queremos mutuamente todo será
perfecto, sería engañarnos. San Francisco decía: “La cortesía es la hermana de
la caridad, que apaga el odio y mantiene el amor”. Ante las contradicciones, una
sonrisa, un “déjame, yo te ayudo”, un pequeño gesto, son una gran manifestación
concreta de amor.
4. ¿Qué tipo de
padre/madre quieres ser?
Es importante
hablar, ya de novios, de las expectativas respecto a la paternidad. Realmente
no se trata solo de querer ser un buen padre, porque es categórico que todos
desean serlo. ¿Cómo crees que es un buen padre? ¿Qué valores quieres enseñar a
tus hijos? ¿Bajo qué principios los educaríamos? ¿Cuál es tu postura respecto a
la apertura a la vida? ¿Procurarás estar presente en sus vidas? ¿Cómo
establecerás tus prioridades respecto a tus proyectos personales y la familia?
Son algunas preguntas que podrían plantearse y hablarse durante el noviazgo. La
paternidad viene incluida con el matrimonio por si no lo sabías.
5. ¿Nos
pediremos perdón si nos equivocamos, aunque cueste?
En una
oportunidad el Papa Francisco aconsejó a los novios:
“Aprendamos a
reconocer nuestros errores y a pedir disculpas. También así crece una familia
cristiana. Perdóname que haya levantado la voz. Perdóname que haya pasado sin
saludarte. Perdóname por llegar tarde, porque esta semana he estado tan
silencioso, por no haberte escuchado, porque estaba enfadado y te lo he hecho
pagar a ti… Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer
perfectos. Existimos nosotros, los pecadores.
Jesús, que nos conoce bien, nos
enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón, sin que la paz
vuelva a casa. Si aprendemos a pedir perdón y perdonar a los demás, el
matrimonio durará, saldrá adelante”.
El tiempo de
noviazgo es un buen momento para ir ejercitando este pedir perdón.
6. ¿Estarías
dispuesto/a sostenerme cuando yo no pueda hacerlo?
Hay muchas
maneras de entender esta pregunta. Emocionalmente, ¿vas a tener la paciencia
para aguantarme cuando ni yo mismo/a me soporte? Cuando, por el motivo que sea,
esté frustrado/a, triste, malhumorado/a, deprimido/a… ¿cuánto tiempo crees que
podrías estar a mi lado, sin exigir nada a cambio? (Porque seamos honestos, en
ese momento, quizás no tenga nada para ofrecerte, más que la buena voluntad
para remontar y salir adelante).
Económicamente, si enfermo, si pierdo un
trabajo, si las cosas no salen como planeamos, ¿crees que serías capaz de
sacarnos (a mí, a los hijos) adelante?, ¿esforzarte por los dos? Uno no
planifica perder un trabajo, no planea una enfermedad grave… y es duro. Y no
sabemos cómo podríamos reaccionar. Pero, ¿qué crees que estarías dispuesto/a a
hacer?
7. ¿De verdad
crees que hace falta que nos casemos?
Por todos lados
oímos que el matrimonio es apenas “un papel”, un acto social. ¿Es
verdaderamente eso, para ti?, ¿un escalón burocrático?
Es importante saber qué
significa el matrimonio para la otra persona. Porque es algo más (mucho, mucho,
mucho más) que un mero certificado. Es una vocación, elevada a sacramento, un
camino de santificación, una entrega total e irrevocable de los cónyuges que
deciden convertirse en fundamento y origen de una familia. Esto no lo puede
contener ningún “papelito”, pero ese vínculo jurídico que representa ese papel
es inmenso, es el signo que compromete tu entrega total y la aceptación total
de la otra persona.
San Juan Pablo II decía que a “la persona que no
decide amar para siempre, le será muy difícil amar siquiera un día”. ¿Por qué
así? Porque el “siempre” está construido por una seguidilla de “ahora”. Hay que
ser fiel en lo pequeño, día a día, para poder ser fieles siempre.
8. ¿Rezarás por
mí?
¿Queremos a la
pareja con el mismo corazón con el que amamos a Dios? No son amores
incompatibles: cuanto más amemos a Dios, más y mejor podremos amar al otro,
cuanto más metidos estemos en Dios, más nos volcaremos a atender y apreciar al
otro. Él nos enseña el Amor, nos enseña sobre la entrega, sobre la humildad,
sobre la generosidad, sobre la paciencia… por eso, para cultivar el amor en el
noviazgo o en el matrimonio, lo primero será siempre cultivar la relación con
Dios, y pedir mucho por la otra persona, para que puedan recorrer juntos el
camino hacia Él.
La santidad de tu cónyuge es parte de tu responsabilidad en el
matrimonio.
9. ¡Una
advertencia final!
Uno no se lanza
a correr hacia la meta sin previo entrenamiento. Y el noviazgo es eso,
entrenamiento. Quizás alguno, después de leer todo esto, pueda pensar: “bueno,
pero esto es difícil , ¿quién entonces va a querer casarse?” No es tan así,
tampoco se trata de tener miedo al matrimonio. Simplemente se trata de llegar a
él sabiendo que no va a ser fácil, no va a ser todo color de rosa, pero que va
a ser maravilloso. Es bueno que los novios lo sepan para que no se asusten si,
al casarse, aparecen las primeras dificultades.
Fuente: Catholic.net