La nueva película de
Christopher Nolan, Dunkerque, ha rescatado uno de los hechos más sorprendentes
de la Segunda Guerra Mundial. Hay quien ve la mano de Dios detrás de lo que
allí pasó
El
9 de junio de 1940 fue declarado en Gran Bretaña un Día Nacional de Acción de
Gracias. No era para menos: 338.226 hombres habían logrado escapar de la
ratonera de Dunkerque, una franja de la costa belga en la que habían quedado
atrapados los aliados a finales de mayo tras el vertiginoso avance de las
fuerzas alemanas.
El
10 de mayo, Churchill comenzaba su responsabilidad como nuevo Primer Ministro,
y apenas quince días después sus tropas estaban aisladas en un corredor hacia
el mar, sin escapatoria posible. Los alemanes habían detenido sus carros a
pocos kilómetros de unas tropas exhaustas, y a la Luftwafe le habría sido
relativamente sencillo sobrevolar a los británicos y aniquilarlos, pero no lo
hizo. El propio Churchill daba ya a sus hombres por perdidos, y contaba
con rescatar como mucho a 30.000… Entonces, ¿qué sucedió realmente?
Inexplicablemente,
Hitler ordenó detener el avance el 24 de mayo, una orden que revocaría la tarde
del 26, dando a los ingleses tres días vitales para la evacuación de su
ejército de la costa continental. Los historiadores no se ponen de acuerdo en
identificar cuál fue la razón que movió la decisión del Führer, pero lo cierto
es que cuando los alemanes intentaron atacar de nuevo fue demasiado tarde: sus
enemigos ya habían escapado.
Mientras,
en las islas, durante esos días los británicos no dejaron de rezar. La tensión
era tal que el rey Jorge VI declaró el domingo siguiente, el 26 de mayo, Día
Nacional de Oración, invitando «a los habitantes de Gran Bretaña y de todo el
Imperio a encomendar nuestra causa a Dios», y él mismo acudió junto a todos los
miembros del Gobierno a la abadía de Westminster, mientras muchos británicos
hacían lo propio en todas las iglesias locales.
No
pocos aseguran que lo que sucedió esos días fue algo sobrenatural. El reverendo
anglicano David E. Gardner atestigua en su libro The Trumpet sounds for
Britain que en aquellos pocos días sucedieron tres milagros.
El
primero de ellos fue que Hitler ordenó detener a sus tropas en un punto en
el que le habría sido fácil aniquilar a los ingleses, pues se encontraban a
poco más de 15 kilómetros de distancia. Churchill reconocería más tarde en sus
memorias que lo hizo porque estaba convencido de que su superioridad aérea iba
a impedir la evacuación por mar de sus enemigos.
El
segundo milagro tiene que ver con la furiosa tormenta que descargó sobre
Flandes el 28 de mayo, dejando en tierra a la aviación alemana mientras
los aliados se retiraban aún más desde las posiciones de la costa hasta las
mismas playas; un fenómeno atmosférico que sin duda no entraba dentro de las
previsiones de Hitler.
El
tercer milagro fue la extraordinaria calma que presentó el brazo de mar entre
Dover y las playas belgas en los días siguientes, lo que permitió a una inusual
armada de barcos ingleses –pesqueros, de recreo y todo tipo de naves– cruzar el
canal desde Inglaterra hasta las playas belgas para rescatar heroicamente a sus
soldados. Mientras tanto, la aviación alemana seguía en sus bases afectada como
consecuencia de los efectos de la tormenta y no pudo descargar apenas su fuerza
sobre las tropas en retirada; y cuando lo hizo recibió la resistencia de la
artillería antiaérea de los aliados. La situación llegó hasta el punto de que
el general alemán Franz Halder lamentó después en su diario: «El mal tiempo ha
dejado en tierra a la Lutfwafe, y ahora tenemos que resignarnos a ver cómo
miles de enemigos vuelven a Inglaterra prácticamente debajo de nuestras
narices».
Días
después, ese 9 de junio, Día Nacional de Acción de Gracias, en todas las
iglesias de las islas se rezó el salmo 124:
«Si
el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos
habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito
el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro
auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra».
que hizo el cielo y la tierra».
Artículo
de Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo, en Alfa y Omega
Fuente:
Aleteia