Gracias a la mediación del Departamento de Cultura y Educación de la Santa Sede, las cartas le serán entregadas al Pontífice que sigue ingresado en el hospital
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Crédito: cedida por Asociación Amici della Nave |
El Papa Francisco sabe bien que las
condenas judiciales no solo se cumplen entre rejas, sino, sobre todo, en el
corazón. Y es ahí donde él quería entrar este lunes 17 de febrero, cuando tenía
previsto reunirse en los míticos estudios cinematográficos Cinecittà con
un grupo de presos de la cárcel de San Vittore, en Milán (Italia).
Sin embargo, tras su hospitalización en el Policlínico Gemelli
de Roma, el evento fue cancelado.
“Ha sido difícil para ellos
aceptarlo, porque también representaba una oportunidad de salir al aire libre,
ver la luz del sol y respirar la libertad por unas horas”, asegura Eliana
Onofrio, presidenta de la asociación Amici della Nave.
Desde el 2018, esta organización trabaja con el proyecto
penitenciario La Nave que ayuda a reclusos de la cárcel
italiana que tienen problemas de adicción a las drogas y al alcohol.
En colaboración con la asociación de asistencia sanitaria Asst
Santi Paolo e Carlo, llevan a cabo un programa de rehabilitación en
el que la música es una herramienta terapéutica fundamental.
“La música les ayuda a relajarse y a conectar consigo mismos; es
una parte esencial del proceso de reeducación que acompaña la rehabilitación
para alejarlos de las adicciones”, explica Onofrio.
Nada más recibir la confirmación oficial de la cancelación por
parte del Vaticano, comunicaron la noticia a los internos. Tras la frustración
inicial, algunos de ellos decidieron escribirle una carta al Pontífice.
“Fue un gesto espontáneo con el que quisieron expresarle su
cariño y afecto”, señala Onofrio.
En una de las misivas, un recluso manifiesta su tristeza, ya que
“todo estaba organizado con gran detalle” para ofrecerle al Papa Francisco un
concierto en el que habían puesto todo su esfuerzo y cariño. Lo considera una
figura central en su vida, le expresa su cercanía y le asegura que lo tendrá
presente en sus oraciones.
Otro detenido lamenta no haber podido conocerlo, pero entiende
que se trata de “una pausa necesaria debido a su constante entrega y
esfuerzos”. No obstante, destaca que lo más importante es su salud y le promete
sus oraciones para una pronta recuperación. También le pide que no se sienta
“apenado por la cancelación del evento” y le desea que pronto recupere las
fuerzas para regresar al Vaticano.
Gracias a la mediación del Departamento de Cultura y Educación
de la Santa Sede, las cartas le serán entregadas al Pontífice que sigue
ingresado en el hospital.
Durante más de dos décadas, la asociación Amici
della Nave ha acompañado a estos internos en distintos eventos
fuera de prisión. Entre ellos, destaca el concierto que ofrecieron el 9 de
abril de 2019 en el prestigioso teatro La Scala de Milán.
“Todavía recuerdo el viaje y sus caras de emoción al bajar del
autobús y pisar un escenario tan importante”, rememora.
Actualmente, 70 presos italianos forman parte del coro, junto
con voluntarios y ex reclusos que han logrado su completa reintegración tras
una vida marcada por la delincuencia.
Las celdas de San Vittore, pequeñas y frías,
están llenas de historias de tropiezos y sufrimiento. Allí, los internos
esperan su condena definitiva. Una vez acceden al tercer grado, son trasladados
a otras cárceles.
Algunos han cometido delitos graves, pero tienen derecho a una
segunda oportunidad. A veces, solo necesitan “un hombro sobre el que llorar
para vislumbrar una nueva vida”, afirma Onofrio.
Incluso en prisión existe el bien. De hecho, la luz de la
esperanza y la bondad pueden aparecer tras años de criminalidad, cuando todo
parece perdido.
Onofrio recuerda, con una sonrisa, una de estas historias de
conversión: “Conocí a un hombre de 35 años que había sido traficante de drogas
y que, desde los 26, entraba y salía de la cárcel”, relata. Un día, algo dentro
de él cambió para siempre.
“No fue fácil. Estaba acostumbrado al dinero fácil y a un nivel
de vida lujoso. Tuvo que aprender que el trabajo honesto requiere esfuerzo y
sacrificio”, explica.
Con perseverancia y ayuda, logró salir del círculo de la
delincuencia. Ahora, acompaña al coro y participa en talleres de prevención en
escuelas, donde comparte su testimonio para advertir a los jóvenes sobre los
peligros de la criminalidad.
El coro no solo es un canal de expresión artística para los
presos, sino que también promueve la igualdad y la inclusión.
“Funciona porque pone a todos en el mismo nivel: presos,
expresos, voluntarios y trabajadores”, explica Onofrio.
Con los años, se ha convertido en un espacio de encuentro donde,
independientemente del pasado de cada uno, todos se apoyan y crecen juntos.
Por Victoria Cardiel
Fuente: ACI Prensa