La serpiente es "un animal insidioso", ha explicado en la Audiencia General de este 27 de diciembre, puede camuflarse fácilmente y por eso es "peligrosa"
Dominio público |
Nadie es dueño del bien y del mal
Desde
las primeras líneas, la serpiente se revela como "un dialéctico
refinado" que consigue engañar a Adán y Eva diciéndoles que Dios les
prohibió comer todos los frutos del jardín, mientras que la prohibición sólo se
refería a los del árbol "de la ciencia del bien y del mal". Francisco
observa: Esta prohibición no pretende inhibir al hombre del uso de la razón,
como a veces se malinterpreta, sino que es una medida de sabiduría. Como si
dijera: reconoce el límite, no te sientas dueño de todo, porque el orgullo es
el principio de todos los males. Así, Dios pone a los progenitores como señores
y guardianes de la creación, pero quiere preservarlos de la presunción de
omnipotencia, de hacerse dueños del bien y del mal, que es una tentación. Una
mala tentación incluso ahora. Es el escollo más peligroso para el corazón
humano.
El mal se insinúa en la duda
La
serpiente insinúa la duda sobre la bondad de Dios. Adán y Eva no resisten la
tentación. Y el Papa continúa: "Con estos relatos, la Biblia nos explica
que el mal no comienza en el hombre de modo clamoroso, cuando un acto se
manifiesta, sino que el mal comienza mucho antes, cuando empezamos a
entretenernos con él, a adormecerlo en nuestra imaginación y en nuestros
pensamientos, acabando atrapados por sus halagos. El asesinato de Abel no comenzó con una piedra
arrojada, sino con el rencor que malvadamente guardaba Caín, convirtiéndolo en
un monstruo dentro de sí mismo".
El
Papa Francisco advierte: "Con el diablo no se dialoga". Con él
"nunca se debe dialogar". Es lo que hizo Jesús en el desierto:
"lo ahuyentó". Y a sus provocaciones respondió sólo con las palabras
de la Sagrada Escritura. Lo repite el Papa Francisco: "Cuidado: el diablo
es un seductor. No dialoguen nunca con él, porque es más listo que todos nosotros
y nos lo hará pagar. Cuando llegue una tentación, no dialoguen
nunca. Cierra la puerta, cierra la ventana, cierra tu corazón. Y así, nos
defendemos de esta seducción".
Aprender a custodiar el corazón
"Hay
que custodiar el propio corazón" es la recomendación que el Pontífice
dirige insistentemente a los fieles, recordando que ésta fue también la
enseñanza de muchos santos: "Custodiar el corazón. Debemos pedir esta
gracia de aprender a custodiar el corazón. Es una sabiduría, esa de cómo
custodiar el corazón. Que el Señor nos ayude en esta tarea. Quien custodia su
corazón, guarda un tesoro. Hermanos y hermanas, aprendamos a custodiar el
corazón".
Fuente: ECCLESIA