Saliendo del caparazón
Dominicas de Lerma |
El otro día
estaba preparando la lechuga para la ensalada y me salió un caracol. Como son
lechugas de nuestra huerta, suelen tener todo tipo de “bichitos”, entre ellos
muy comunes son los caracoles.
En cuanto lo
saqué de la hoja donde estaba se encerró en su caparazón y, hasta que no se
sintió seguro, no volvió a salir de él… así que, al verlo, me hizo gracia
recordar que aquello refleja muy bien una cosa que nos sucede a todos los
hombres: “encerrarnos en nosotros mismos”.
Cómo me
impresionó observar al caracol después de pensar aquello. Sí, porque, cuando se
mete en su caparazón, en ese momento ya no puede caminar, no da ni un paso más,
sino que solo vive ahí encerrado.
También a
nosotros nos sucede igual cuando sentimos la necesidad de velar por nosotros
mismos. Pero precisamente nuestro peligro está ahí, en que dejamos de caminar
hacia delante. Y, cuando nos sucede esto, en definitiva nos va llevando a dejar
de amar, y eso sí que nos paraliza.
Dándole vueltas
en la oración, el Señor me regalaba entender que en ese momento lo único que se
necesita para salir del caparazón es sentirse seguro en Él.
Así como un
niño se siente seguro con su padre y no tiene que preocuparse por sí mismo,
sino que sabe que otro cuida de él, y de esa manera su única preocupación es
vivir, disfrutar de cada instante… así nosotros necesitamos acoger ese Don de
sentirnos seguros en Él. De saber que es Él quien vela por nosotros, quien nos
cuida, quien nos ama.
Hoy el reto del
amor es salir del caparazón. La vida está ahí fuera, no tengas miedo a quedar
“a la intemperie”, porque experimentarás que tu vida está bajo el cuidado de tu
Señor y le darás gracias a cada instante al ver cómo sale por ti. Acoger esto
es un Don, pero que Él a todos nos lo regala, solo tenemos que acogerlo y vivir
de ello.
VIVE DE CRISTO
¡Feliz día!
Fuente:
Dominicas de Lerma