Descubrir el significado de la Eucaristía llevó a tres destacadas personas a abrazar el catolicismo y dar a sus vidas un completo giro.
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De grandes libros a obispo católico
Mons. Conley fue criado en la iglesia presbiteriana y cuando
ingresó a la Universidad de Kansas (Estados Unidos) se consideraba agnóstico.
Sin embargo, gracias a un programa de estudios sobre humanidades empezó a
interesarse en la práctica de la religión.
La exposición a lo trascendental –verdad, belleza y bondad– lo
llevó a buscar a Dios.
“Empecé a visitar diferentes iglesias. La mayoría de las iglesias
a las que asistí tenían alguna forma de santa comunión”, contó al Register,
enumerando presbiterianos, metodistas y episcopales.
Luego tomó una clase sobre las enseñanzas de la Iglesia Católica
impartida por un sacerdote usando el Catecismo de Baltimore, que le gustó por
su simplicidad y claridad. Lo cautivó particularmente la enseñanza de la
Iglesia sobre la Eucaristía.
Entre las Iglesias visitadas, solo los católicos creen en la
transubstanciación (los ortodoxos comparten una creencia similar). De acuerdo a
este misterio, cuando el sacerdote pronuncia en la consagración las palabras
que dijo Cristo en la Última Cena, las especies eucarísticas se convierten en
el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Señor, aunque mantengan la
apariencia de pan y vino.
“Eso me sorprendió, que Cristo está verdaderamente presente,
objetivamente”, relató Mons. Conley.
También le conmovió que la Iglesia Católica siga fielmente el
mandato de Cristo a los apóstoles: “Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22:19).
“En otras palabras, yo continúe con esto”, dijo Mons. Conley.
Para él era única la reverencia y respeto de los católicos por la
Eucaristía, ya que en otras iglesias notó que los restos de comunión iban a un
armario. En los templos católicos las especies eucarísticas se colocan
cuidadosamente en un copón, que luego se conserva en el tabernáculo. Ante este
se arrodillan los católicos, pues dentro está la presencia de Dios.
Quedó aún más asombrado la primera vez que asistió a la Bendición
del Santísimo Sacramento y fue testigo de cómo el sacerdote retiraba con
reverencia la Eucaristía del tabernáculo y la exponía en una custodia magnífica
para su veneración.
“Fue entonces cuando me di cuenta. ‘¡Vaya, estos católicos
realmente creen [es Cristo]!’”, dijo Mons. Conley.
A los 20 años, el 6 de diciembre de 1975, durante su tercer año de
universidad, se convirtió al catolicismo.
“La verdad de la presencia real de Jesús fue fundamental para mi
eventual conversión al catolicismo”, escribió Mons. Conley en una columna el mes pasado.
“Las palabras de Jesús en el evangelio de Juan, capítulo 6,
continuaron intrigándome: 'En verdad, en verdad les digo, a menos que coman la
carne del Hijo del Hombre y beban su sangre, no tienen vida dentro de ustedes. El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día. Si realmente creía que estas palabras eran verdaderas, entonces
tenía que convertirme en católico”, agregó.
De bautista a católica “evangelista”
Sonja Corbitt, una ex bautista, comenzó a escudriñar la Reforma
Protestante después de experimentar dos divisiones de iglesias en la pequeña
parroquia rural a la que ella y su esposo asistían en las afueras de Nashville.
Su exploración de los Padres de la Iglesia, las Escrituras y el Catecismo
pronto la convenció de que la Iglesia Católica era “el pilar y fundamento de la
verdad”.
“Tuve lo que llamo 'la tormenta perfecta' que me hizo investigar.
La Eucaristía fue el primer dominó teológico que me enamoró”, dijo Corbitt al
Register.
“Fueron Ignacio de Antioquía y Justino Mártir: cuando leí que la
Eucaristía es el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo en sus
escritos, pensé: 'Está bien, bueno, si podemos hacer algo tan monumental mal,
entonces ¿en qué más nos hemos equivocado?'”, agregó.
Apasionada por las Escrituras, Corbitt inmediatamente fue al
Evangelio de Juan, capítulo 6, particularmente al “Discurso del Pan de Vida”
(6: 22-59).
“Me di cuenta muy clara y rápidamente de que eso no puede
significar nada más que lo que la Iglesia Católica ha enseñado desde el
principio. Si lo lees en el griego original, y ves los términos usados y los
lees en contexto, y en el contexto de los tipos del Antiguo Testamento [que
presagian la Eucaristía del Nuevo Testamento], no hay
otro significado para ese Discurso del Pan de Vida que lo que la Iglesia enseña. Simplemente no puede ser otra cosa. Eso fue lo primero que
acepté antes de convertirme en católica”, comentó.
Como bautista, Corbitt había deseado y orado durante mucho tiempo
por una manera de estar más cerca de Cristo. Se dio cuenta de que su
descubrimiento de la verdad y el misterio de la Eucaristía era la respuesta a
esa oración.
“Pensé: '¡Tengo que tener eso!'”, dijo Corbitt, y agregó que fue
recibida en la Iglesia en la vigilia de Pascua en 2006.
“Fue el momento más hermoso de toda mi vida espiritual. Lloré tan
fuerte. Yo era un desastre total”, comentó.
Su conversión al catolicismo siguió a su estudio del Cantar de los
Cantares, el poema bíblico que los judíos entienden como una alegoría del amor
de Dios por Israel y los cristianos lo ven como una alegoría del amor de Cristo
por su esposa, la Iglesia.
“Sentí que Dios me hablaba directamente, que era la carta de amor
de Dios no solo a Israel o a la Iglesia, sino a mí personalmente. Sabía que la
Eucaristía era el cumplimiento de esa promesa para mí… ¡así que no podía
esperar! Se convirtió en un momento supermatrimonial para mí”, dijo.
Corbitt, conocida como la “Evangelista del estudio bíblico” por
realizar gran cantidad de edificantes lecciones multimedia de las Escrituras,
describió la enseñanza católica sobre la Eucaristía como “super-bíblico”.
“Es la doctrina del cristianismo más preparada en el Antiguo
Testamento. Excepto posiblemente por el pacto y el amor de Dios por nosotros”,
comentó.
De ministro presbiteriano a apologeta católico
Mientras estaba en el seminario, el ex ministro presbiteriano
Scott Hahn, ahora profesor de teología en la Universidad Franciscana de
Steubenville y cofundador y presidente del Centro St. Paul
de Teología Bíblica, descubrió a los primeros Padres de la Iglesia
cuyos escritos revelaron cómo el Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo
Testamento y cómo el Antiguo Testamento se revela en el Nuevo Testamento.
“Cuando predicaba, mostraba cómo Jesús es el nuevo Moisés o el
nuevo Salomón o el Cordero pascual. [A mi congregación] le encantó tanto como a
mí. Pero cuanto más profundizaba en la predicación patrística y la lectura de
las Escrituras, más claramente se volvía eucarística”, le dijo al
Register.
Pero la Iglesia de Hahn no tenía la Eucaristía. Más bien, la
creencia presbiteriana sobre su “Cena del Señor” es que Cristo está presente,
pero el pan y el vino son meros símbolos. Esto llevó al entonces anticatólico
Hahn a una Misa, como observador, no como participante, con su Biblia abierta a
su lado.
“En esa primera Misa, escuché las palabras de consagración… y me
doy cuenta, ‘esto no es pan; este es su cuerpo, esto no es vino; ¡esta es su
sangre!'. Cuando todos empezaron a cantar: 'Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo', fue cuando se abrieron los cielos”, recordó.
Una hora después de que terminó la Misa, Hahn todavía estaba
sentado en el banco trasero de la capilla preguntándose si había estado en una
Misa entre semana o en la adoración celestial de los ángeles y santos en la
Cena de las Bodas del Cordero como se describe en Apocalipsis 19:9.
“Era una capilla en el sótano y la liturgia celestial del
apocalipsis de Juan”, dijo.
De los Padres de la Iglesia, Hahn había aprendido que, para la
Pascua, la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto, los judíos
no solo sacrificaron un cordero y rociaron su sangre en los postes de sus
puertas como rescate, sino que también tuvieron que comer el cordero.
“Esa no era una opción. Si eso es cierto para el antiguo [pacto],
no es menos cierto, sino más cierto para el nuevo [pacto]”, dijo Hahn.
“Cristo hizo esas provisiones y no solo dijo: 'Mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, el que come mi carne y bebe
mi sangre permanece en mí y yo en él' (Juan 6: 55-56), sino en el Cenáculo, un
año después, encarna realmente esa enseñanza al hacer del pan su Cuerpo y del
vino su Sangre. Al leer todo esto a través de los ojos de los Padres, no solo
estaba conectando el Antiguo Testamento y el Nuevo, sino que aún más estaba
conectando la Pascua y la Eucaristía. La Eucaristía como Pascua de la Nueva
Alianza es lo que iluminó el misterio del Viernes Santo”, explicó.
Hahn entendió que la Última Cena con los apóstoles en el Jueves
Santo es lo que transformó el Viernes Santo de simplemente otra ejecución
romana en un sacramento.
“La Eucaristía es donde se inicia el sacrificio [de Cristo]; el
Calvario es donde se consuma el sacrificio”, dijo.
“El domingo de Pascua [con la resurrección de Cristo] ese
sacrificio se convierte en el sacramento, y cuando Cristo asciende al Cielo, lo
que ofrece en el Cielo es su Cuerpo glorificado. Lo que recibimos y lo que
ofrecemos en la tierra en la Misa es el Cuerpo glorificado de Cristo”, agregó.
Hahn dijo que el estudio de las Escrituras le “había llevado a la
fe eucarística”. “Ir a mi primera Misa fue lo que me llevó a la devoción
eucarística”, acotó.
La resurrección de Cristo no solo causa la transubstanciación, de
modo que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre resucitados de
Cristo, explicó Hahn, sino que pone en marcha lo que eventualmente será la
resurrección de nuestros cuerpos.
“Cuando recibimos el Cuerpo resucitado de Cristo en la Eucaristía,
el Salvador resucitado transforma nuestra carne mortal en su carne inmortal.
Sinceramente, creo que los católicos no reconocen lo asombrosa que es la
gracia. Es lo que San Juan Pablo II llamó 'asombro eucarístico'. Es asombroso
lo poco asombrados que estamos por lo que profesamos”, dijo.
Hahn recibió la Eucaristía por primera vez en la Vigilia de Pascua
en 1986.
“Casi esperaba campanas y silbidos, voces de ángeles, un toque de
trompeta del Cielo. Lo que realmente estaba ahí es cómo lo extraordinario se
esconde en lo ordinario. ... Regresé 100% convencido de que el Señor Jesús, a
quien había servido, estudiado y enseñado, ahora estaba unido a mí de una
manera que nunca antes lo había estado”, concluyó.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado
originalmente en National Catholic Register.