Puedo decidir ser bondadoso o cruel con los demás. Puedo perdonar o guardar rencor, elijo la felicidad
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Hacer el bien o
hacer el mal. Ser paciente o impaciente. Perdonar y pasar por alto o resaltar
todos los errores. Ser bondadoso o cruel. Humilde o vanidoso. Misericordioso o
vengativo y lleno de rencor. Puedo elegir siempre entre dos opciones:
Los demás,
¿obstáculo o ayuda?
Los demás son
la oportunidad que tengo para crecer, para amar, para ser más de Dios o más
niño. En la película Cruella dice la protagonista:
«No puedes
preocuparte por los demás. Todos ellos son obstáculos. Si te importa lo que
quieren o sienten, estás muerta. Si algo o alguien me hubiera importado, podría
haber muerto como muchas mujeres brillantes, con un cajón repleto de
genialidades invisibles y un corazón lleno de triste amargura».
Elijo a mi
prójimo, no quiero pensar así. No quiero ser cruel condenando a los demás que
parecen ser un obstáculo en mi camino de felicidad.
Quiero elegir
el perdón antes que la venganza. Consolar antes que seguir produciendo dolor en
la herida.
Quiero ayudar
al que sufre y no dejarlo perdido en medio del camino. No paso de largo
ante el que me suplica.
Hacia el
corazón del hermano
No elijo el
poder por encima de todo. Y si llega a mis manos pediré sabiduría para
ejercerlo. Sin dañar al débil, sin ofender a mi hermano.
La misericordia
es un don que no siempre duerme en mi alma. Quiero abrazar al que está solo y
consolar al que llora.
Nunca los demás
son el obstáculo en mi carrera al éxito. No pienso ponerme de rodillas ante los
hombres suplicando misericordia. Pero sí seré instrumento del perdón
cuando alguien me lo pida.
Me preocupo de
aquel al que amo y del que me ama. De aquel que no tiene nada y vive sufriendo.
Me preocupo de
los que están solos y no encuentran a nadie en su camino. Me preocupo de los
que viven sin nada y se sienten abandonados.
Soy la
esperanza en medio de la noche para los que viven sin luz. Me pongo en camino
hacia el corazón de mi hermano.
Es el camino
más largo, salir de mí mismo, de mis proyectos, de lo que deseo por encima de
todo.
El amor a los
demás y a Dios es el mismo
En
ocasiones mis pretensiones en la vida pueden apartar a los que me rodean.
Pueden alejarlos porque son un obstáculo, una barrera que no me deja avanzar.
Pero no es así.
Mi prójimo es Cristo. Viene a mi encuentro para que yo crezca, no para que
pierda o disminuya.
El amor de Dios
me lleva a amar a mi hermano. Está siempre unido. No puede ser un obstáculo el
prójimo en el camino a Dios. Francisco de Sales escribe:
«Es uno y el
mismo amor el que suscita los actos de amor a Dios y amor al prójimo. Es el
mismo amor el que nos eleva a la unión de las almas con Dios y el que nos guía
hacia una amorosa comunión con el prójimo. El amor a Dios no sólo manda, sino
genera también en el corazón humano el amor al prójimo».
King, Herbert.
King Nº 2 El Poder del Amor
Si digo amar a
Dios no puedo despreciar a mi hermano. Si digo que estoy dispuesto a todo por
amor a Él, no puedo vivir quejándome de aquel que me pide mi tiempo y mi generosidad.
No puedo vivir
anclado en Dios sin amor humano pegado a mi piel. Los demás no son
obstáculos. Son puentes que me llevan al cielo y me dejan tocar a Dios.
Se trata de
decidir
Cuando sólo
pienso en mí me amargo. Cuando sólo quiero que los demás me sirvan y ayuden,
dejo de aspirar a lo más grande para mi vida.
Puedo elegir
entre el bien y el mal. Entre el amor o el olvido. Puedo decidir ser bondadoso
o cruel con los demás. Puedo perdonar o guardar rencor.
Tomo mi vida en
mis manos y decido comenzar de nuevo con un corazón limpio. Dios sabe más y me
ama como soy. Eso me consuela.
Olvido así todo
lo malo que me sucede y me centro en lo bueno que tengo. Amo a los que me
tratan bien y rezo por los que no lo hacen.
La vida es
demasiado corta para ser otra cosa que feliz. Es mi única opción, mi
camino.
Carlos Padilla
Esteban
Fuente:
Aleteia