Las hermanitas del Cordero son mendicantes por lo que recorren las calles y edificios pidiendo |
En la
capital de España viven dos españolas, tres francesas y una polaca. Tienen un carisma muy especial, pues
son contemplativas y misioneras. Evangelizan con su liturgia y vida monástica
dentro de una gran urbe y con sus bellas vigilias de Adoración, también con con
la acogida de personas pobres y solas, y con su misión por las calles en grupos
de dos o tres. Son un nuevo ejemplo de la unión de evangelización y labor
social, lo que aúna en torno a ellas a personas de todo tipo: jóvenes, mayores,
profesionales de éxito, personas pobres…
La
palabra providencia se vive a rajatabla entre las hermanitas del Cordero, pues son totalmente mendicantes.
Viven únicamente de los donativos que reciben y de lo que piden casa por casa.
Dios siempre está en el centro y tras invocar al Espíritu Santo las religiosas
eligen una ruta a seguir por la ciudad para conseguir la ayuda para su
subsistencia y para la “mesa abierta” con las personas pobres que acuden a su
hogar.
La
Comunidad del Cordero tiene rama masculina y femenina. Hay 170 hermanitas y 35 hermanitos y
están presentes en Francia, España, Italia, Austria, Polonia, Argentina, Chile
y Estados Unidos. Concretamente, en España hay comunidades en las diócesis de
Barcelona, Tarrasa, Valencia, Granada y Madrid.
A Madrid
llegaron en 2008 a petición del cardenal Rouco Varela y desde 2010 viven en la
Capilla del Obispo como un lugar provisional. Sin embargo, necesitan un lugar
definitivo y como otras hermanitas del Cordero de distintas partes del mundo la respuesta pasa por los
llamados “pequeños monasterios”, un lugar donde insertar la vida monástica
y su estructura de paz y encuentro en medio del bullicio de la ciudad. Con su
confianza en la Providencia esperan que este proyecto pueda llegar
a buen término.
Por
ello, solicitan la ayuda de los católicos y
personas de buena voluntad que quieran colaborar en un proyecto que según la
experiencia de otros lugares transforma
no sólo espiritualmente sino también socialmente los barrios en los
que se crean estos monasterios.
Las
hermanas Marie y Joana han conversado con Religión en Libertad sobre este nuevo carisma y el
proyecto de construcción del pequeño monasterio en
Madrid. De sus gestos y de
sus palabras trasciende esta confianza en la Providencia, ya sea para
conseguir el alimento de ese día como para conseguir construir un lugar donde
adorar a Dios y servir al prójimo en pleno Madrid.
“Vivimos
de la Providencia, no tenemos salario ni ingresos fijos. No compramos
alimentos. O los pedimos o la gente que sabe que vivimos así nos los hace
llegar. A veces nos llegan
cosas sin nosotras pedirlas”, nos cuenta la hermana Marie Aimée.
Pero además,
este carisma mendicante –asegura la religiosa- se da “en todos los aspectos de
nuestra vida". “Dios
es mendigo, porque Él mendiga nuestro amor, está a la puerta y llama.
Recibimos este amor del Dios mendicante en el amor. Somos mendicantes en las
relaciones fraternas, de vivir de este amor, que se recibe”.
Pero
además, la hermana Marie Aimée explica que cuando van de misión por las calles
lo hacen de dos en dos (o tres en tres) para ir de puerta en puerta para que
las den comida "sabemos
que es Dios quien nos da de comer”. Y para ello oran antes, “Dios nos guía
y vamos a esta calle o a esta otra a pedir. Él guía nuestros pasos”.
La
hermana Joana cuenta además que “un lugar privilegiado para la amistad con los
más pobres son los comedores sociales a los que vamos a comer con ellos.
Hacemos cola como ellos, nos sentamos con ellos y comemos. A veces no hay palabras, pero luego los vemos en la calle
y nos dicen: ‘ey, tú has comido conmigo… y empiezan a venir a la capilla, a
la mesa abierta. Primero se hace el camino de amistad, luego el de la familia
del Cordero”.
Precisamente, las mesas abiertas son una de las
principales obras de este carisma de la Comunidad del Cordero, y este
espacio que ahora les falta es uno de los aspectos de por qué necesitan este
monasterio.
La mesa abierta
tiene forma de U y en ella comen juntos las religiosas, personas de la calle o
solitarias, así como familias o jóvenes cercanos a la comunidad. “Gente de toda condición está junta
comiendo con una conversación común. La amistad va así creciendo, fregamos
juntos, limpiamos juntos. Esto hace crecer la amistad y el don de la vida.
Y se da una amistad que sigue después, y ves personas que acaban visitando a
los más pobres que vienen a la capilla”.
“No
se trata de abrir un comedor sino de abrir la vida monástica con esta forma de U y con una
conversación común. Es una manera de relacionarse diferente. Los
pobres mismos nunca han tenido esto, incluso los jóvenes, que nos dicen que
nunca comen juntos mirándose, hablando… Esto reconstruye vidas”, asegura la
hermana Joana.
Se va
dando así una acogida que se transforma también en la asistencia a la capilla y
a las vigilias de las hermanas. Va todo unido. “Este es un lugar donde se
fragua la amistad y la cohesión social. Incluso a la capilla o a la mesa
abierta viene gente no cristiana. Nuestro
objetivo no es que todos acaben en la vida de la Iglesia, aunque Jesús sea la
verdad. Pero Jesús se encarga de atraer”, explican.
En un primer
lugar hay gente que llega buscando un lugar de paz y silencio. La hermana Joana
relata un ejemplo concreto: “Había un hombre que no quería habla de Dios, venía
a la capilla porque tenía una gran depresión. Llegaba siempre llorando y se iba siempre feliz. Un día
salió al claustro en la acogida, vio a una hermanita y se arrodilló, y dijo que
no lo hacía ante la hermana, sino ante una presencia”.
Hay
muchos corazones necesitados, y no habla únicamente de personas pobres. “Hay
gente que sigue viniendo y que se quedaba al final pegado a la pared. En estos
años esas mismas personas han ido avanzando y encontrando en la Eucaristía o en la oración lo que buscaban”, aseguran
estas hermanitas.
En
barrios de ciudades de EEUU en los que se ha construido un monasterio del
Cordero “ha disminuido el
grado de violencia y delincuencia. Como es un lugar muy diferente hay
quien dice que nunca se hubiera sentado al lado de esta o aquella persona por
ser pobre o por su condición social, pero este es un lugar donde se encuentran
como son”.
Pero
otro elemento fundamental de las Hermanitas del Cordero y sin el cual no
podrían hacer nada es la oración y adoración. Y nuevamente esta vida monástica vuelve a aparecer en medio de
la ciudad.
“Nuestra
liturgia es única en Madrid, pues es una liturgia cantada entre Occidente y Oriente. Cuidamos
mucho los signos, el canto porque el Señor a través de la liturgia habla y
cura”, indica la hermana Marie Aimée.
La religiosa
asegura que “pasamos mucho tiempo en la capilla, hacemos adoraciones durante horas y vigilias
durante la noche en las grandes fiestas. Por ejemplo, en los sábados de
Adviento (este año no debido al Covid) tenemos vigilias que duran tres o cuatro
horas en el corazón de la noche para rezar por el mundo. Son catequesis
litúrgicas”.
Por
ello, consideran una parte importante el poder tener un pequeño monasterio
adecuado a su carisma. Las religiosas recuerdan que en los primeros años de
fundación de la Comunidad, las hermanitas vivían de forma muy precaria e itinerante, en habitáculos
prestados, en una misión de cercanía con todos y particularmente con los más
pobres. La hermanita Marie, que es la primera hermanita, vio la necesidad
de arraigar el carisma y, al mismo tiempo, asegurar la formación de las jóvenes
que llegaban, y poder durar fielmente en esta llamada.
Nacieron entonces, de la mano de la Providencia, los pequeños monasterios. Y son ya quince, en doce años, los que se han construido con una multitud de donativos. Por su arquitectura sencilla, pretenden reflejar la humildad y la belleza de Dios. Ellos les permiten compartir con todos el fuego de lo que llaman el amor trinitario, que es el corazón de la vida monástica, a través de la oración y de la acogida.
Aquí renace la “alegría de vivir” ante este Misterio de comunión que es Dios y,
juntos, pobres y ricos, experimentan en la tierra un anticipo de la Jerusalén
celestial. Cada uno de los pequeños monasterios recibe el nombre de “Luz de...”
para testimoniar que la Luz que es Cristo “brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron”.
Fuente: ReL