¿Vas a
convertirte dentro poco en padrino o madrina de un niño pequeño? Un trabajo a
largo plazo te espera. Esto es lo que necesitas saber para cumplir tu misión
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El padrino y la madrina ocupan un lugar
privilegiado en la educación
de la fe de su ahijado. En efecto, el día
de su bautismo, se comprometen a darle el apoyo necesario
para ayudarle a crecer en el Amor de Dios.
El padrino y la madrina,
aunque con distinta función,
comparten la responsabilidad de los padres en esta educación.
Cuando han solicitado el bautismo de su hijo, los padres se han comprometido a
permitirle recibir una educación religiosa (al menos enviándolo
al catecismo).
Si los padres, por una razón
u otra, no cumplen con este compromiso, el deber de los padrinos es hacer todo
lo posible para que finalmente se cumpla.
Llevarse bien con los
padres
Esto no siempre es fácil,
sobre todo porque no se trata de debilitar la confianza del niño en sus padres,
de volcarlo en contra de ellos. Por eso es tan importante, cuando se acepta ser
padrino de un niño pequeño, tener y luego mantener fuertes relaciones
de amistad con
sus padres para poder, si un día surge la necesidad, simplemente decirles lo
que parece ser insuficiente o inexistente en la educación de su hijo.
No es el día en que surge
una dificultad o una pregunta que uno puede comenzar a acercarse a los padres
para iniciar un diálogo con ellos.
Por otro lado, cuando los
padres se preocupan por educar a su hijo en la fe, la
ayuda de los padrinos les resulta preciosa: miran al niño de forma diferente y se
dan cuenta de realidades que no ven. Ellos arrojan una nueva luz sobre el niño
y sobre la mejor manera de ayudarlo a crecer.
Tener
relaciones de confianza y amistad con los padres es, por lo tanto, la
primera forma, aunque indirecta, de cumplir con el papel de padrino o madrina.
Dicho esto, la misión del padrino se ejerce, por
supuesto, directamente en relación con el niño.
Estar presente para el niño
No se
trata de ser un suministrador de regalos o simplemente un invitado en sus celebraciones.
Ya que es en toda su vida, en todo lo que hace y en lo que es, que el niño está llamado a seguir al Señor. Es al niño entero y a
su vida entera que su padrino y madrina le prestarán atención. Él (o ella) está presente para el niño a medida
que progresa en todos los aspectos.
Se sabe que el padrino o la
madrina están destinados a sustituir a los padres en caso de necesidad, pero
afortunadamente, no solo en caso del fallecimiento de
los padres.
También
hay momentos en los que el contacto entre padres e hijo es difícil: el padrino
puede entonces desempeñar un papel crucial en esa transición y hacer que el niño (o
adolescente) pase por un periodo conflictivo sin perder realmente el equilibrio
y sin romper con su familia.
Y cuando todo va bien, ¡qué precioso es tener un padrino y una madrina! Un
adulto que se interesa por lo que eres de manera privilegiada, que tienes de
vez en cuando “solo para ti”, a quien puedes hacer preguntas, contar historias,
confiar secretos que no necesariamente quieres contar en casa.
Un adulto distinto de los
padres, cuya fe y amor a Dios se van descubriendo poco a poco. Alguien a quien
el Señor ha puesto cerca para ayudarte. Alguien que te lleva en su oración.
Esta oración es a veces la única forma posible de acompañar a un ahijado que se
encuentra lejos por la distancia o – puede suceder – por la voluntad de sus
padres que han cortado los lazos.
Los
padrinos son muy importantes en la vida de un niño cristiano, por lo tanto es
importante elegirlos cuidadosamente (y no sólo para satisfacerlos o para
cierta conveniencia familiar) y no aceptar esta maravillosa
responsabilidad con ligereza.
Christine
Ponsard
Fuente:
Aleteia