Domingo II (Ciclo A)
Buenos
días, hermanos, sed bienvenidos.
Con
esta celebración dominical, nos introducimos de lleno en el Tiempo ordinario.
Domingo tras domingo celebraremos el Día del Señor sin mayor intención que
escuchar su Palabra y participar del banquete que Él nos prepara.
Este
es el alimento de vida que el Padre da a los hermanos de su Hijo, Jesús.
Por
otro lado, la celebración de este domingo se inscribe en la Semana de Oración
por la Unidad de los Cristianos. Pidamos a Dios que la comunión en el Cuerpo y
la Sangre de Cristo impulse en nosotros el deseo de unidad con todos los que
confiesan que Jesús es el Salvador del mundo.
Preparémonos
a celebrar con gozo la Acción de gracias que Jesús eleva al Padre.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Las
lecturas de hoy mantienen el eco del tiempo de Epifanía: la liturgia nos sigue
presentando la identidad misteriosa de Jesús.
Verdaderamente,
¿conocemos a Jesús?, ¿nos hemos abierto a su Misterio?, ¿nos sorprendemos por
su salvación?, ¿la acogemos? Más aún, ¿somos testigos suyos entre aquellos con
los que convivimos?
La
Palabra que hoy se va a proclamar da testimonio de Jesús como el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo. Escuchémosla con atención y respondamos con
la fe que se nos pide.
ORACIÓN DE LOS FIELES
A
cada suplica respondemos: ¡Señor, escúchanos!
-
Por las Iglesia y comunidades cristianas que en estos días celebramos la Semana
de Oración por la Unidad de los Cristianos, para que vivamos como tarea
prioritaria el diálogo ecuménico. OREMOS.
-
Por los políticos y organismos internacionales para que afronten de raíz los
problemas que provocan la migración y busquen soluciones efectivas. OREMOS.
-
Por todos los que en cualquier parte del mundo son perseguidos por profesar su
fe en Cristo, para que su entrega por el Evangelio sea un estímulo para la
comunión entre los cristianos. OREMOS.
-
Por todos aquellos que están empeñados en llevar adelante el dialogo ecuménico,
para que sus esfuerzos encuentren el aliento del Espíritu. OREMOS.
-
Por todos nosotros, para que inspirados por el Evangelio nos esforcemos por ser
agentes de reconciliación y de paz. OREMOS.
ORACIÓN FINAL
Gracias,
Señor,
porque
al darnos a tu Hijo, Jesús,
nos
ha mostrado que el pecado
no
tiene la última palabra.
Él
es el Cordero de Dios
que
quita el pecado del mundo.
Él
es el Inocente que ha dado su vida
por
los que tenemos las manos manchadas con el mal.
¡Qué
ciegos somos a nuestros pecados y debilidades! Te pedimos, Padre bueno, que la
luz de tu Espíritu
nos
dé a conocer de qué nos salva tu Hijo, Jesús;
y
que su gracia nos dé el valor
de
dejarnos arrancar del poder del mal
Haznos,
Señor,
testigos
de la redención de Cristo.
Que
igual que Él, también nosotros nos convirtamos
en
instrumentos de tu gracia y de tu paz
entre
los pueblos en los que habitamos.
Padre
bueno,
gracias
porque tu misericordia no tiene medida.
Ayúdanos
a recibirla de manos de Jesús
y
ser sus distribuidores entre nuestros prójimos.