La meditación sobre María llena de fe nos ha llevado
al misterio de la Anunciación; la del Magnificat al misterio de la Visitación,
y ahora la de María “Madre de Dios” a la Navidad
El Papa Francisco asistió esta mañana en la Capilla
“Redemptoris Mater” del Palacio Apostólico, junto a la familia pontificia, a la
tercera predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa, quien prosiguió
sus reflexiones a partir del tema "María en la Navidad",
profundizando sobre tres dimensiones de su maternidad: "la física, la
metafísica y la espiritual".
En su tercera predicación de Adviento, el Padre
Raniero Cantalamessa recordó que los “pasos” que estamos siguiendo sobre
"las huellas de María" a lo largo de estas reflexiones
"corresponden bastante fielmente al desarrollo histórico de su vida, como
resulta de los Evangelios".
«La meditación sobre María llena de fe nos ha llevado
al misterio de la Anunciación; la del Magnificat al misterio de la Visitación,
y ahora la de María “Madre de Dios” a la Navidad. De hecho, fue en la Navidad,
en el momento en el cual dio a luz a su hijo primogénito (Lc
2, 7), no antes, que María pasa a ser verdadera y plenamente Madre de Dios»,
afirmó el Predicador de la Casa Pontificia explicando que al hablar de
María, la Escritura destaca constantemente dos momentos fundamentales, que
"corresponden a aquellos que también la experiencia humana común considera
esenciales para que haya una maternidad verdadera y plena: concebir y dar a
luz".
Dos momentos
fundamentales de María: concebir y dar a luz
«Mira –dice el ángel
a María- concebirás y darás a luz un hijo (Lc 1, 31). Estos
dos elementos están presentes incluso en la narración de Mateo: La criatura que
ha “concebido” es obra del Espíritu Santo y ella “dará a luz” un hijo (cfr. Mt
1, 20s)», añadió el padre Raniero.
Asimismo, el Predicador indicó que "Madre de
Dios", además de ser el título dogmático más antiguo e importante de la
Virgen, "que fue definido por la Iglesia en el Concilio de Éfeso en el 431
como verdad de fe que todos los cristianos deben creer"; es un título que
expresa "uno de los misterios y, para la razón, una de las paradojas más
altas del cristianismo": "es el fundamento de toda la grandeza de
María".
En este sentido, el fraile capuchino destacó que María
"no empieza a ser Madre de Dios en el concilio de Éfeso en 431, al igual
que Jesús no empieza a ser Dios en el concilio de Nicea en 325, que lo define
como tal; sino que ya lo era antes", ya que "sucede como con el
descubrimiento de una nueva estrella: no nace en el momento en el que su luz
llega a la tierra y el observador la ve, sino que existía ya de antes, quizás
desde miles de años luz antes".
Las tres fases
de la maternidad de María
Y en este proceso que lleva a la proclamación solemne
de "María Madre de Dios", el padre Raniero distingue tres grandes
fases: La maternidad física, la metafísica y la espiritual.
La maternidad física de María, es
aquella que se desarrolla en la fase más antigua del cristianismo, empleada
para demostrar la verdadera humanidad de Jesús. "Fue en este período y en
este clima que se formó el artículo del credo: nacido (o encarnado) del
Espíritu Santo y de María Virgen. Esto, al comienzo, quería decir simplemente
que Jesús es Dios y hombre", afirmó el teólogo.
En cuanto a la maternidad metafísica, esta
fase sucede durante la época de las grandes controversias cristológicas del
siglo V-continuó argumentando el Predicador- cuando el problema central, en
torno a Jesús, no era ya el de su verdadera humanidad, sino el de la unidad de
su persona: "la maternidad de María no es ya vista sólo en referencia a la
naturaleza humana de Cristo, sino, como es más justo, en referencia a la única
persona del Verbo hecho hombre. Debido a que esta única persona que María
genera según la carne no es otra que la persona divina del Hijo, como consecuencia,
ella aparece verdadera Madre de Dios”.
Por último está la fase de la maternidad
espiritual, o de fe, "que hace de María la primera y la más santa hija
de Dios, la primera y la más dócil discípula de Cristo, la creatura que –
escribe incluso san Agustín –por el honor debido al Señor, no se debe ni
siquiera mencionar cuando se habla del pecado”.
El
"título" María Madre de Dios es el punto de encuentro
Además el padre Cantalamessa señaló que el título de
“Madre de Dios” es incluso hoy el punto de encuentro "y la base común a
todos los cristianos, desde la cual retomar para reencontrar el acuerdo en torno
al lugar de María en la fe", ya que éste "es el único título
ecuménico, no sólo de derecho, porque fue definido en un Concilio ecuménico,
pero también de hecho porque es reconocido por todas las Iglesias".
Y en el ejercicio diario de la vida cristiana en la
que el creyente busca imitar a la Madre de Dios, "en este camino sobre las
huellas de María", el Predicador afirmó en su meditación en que la clave
consiste en contemplar los “pasos” individuales realizados por ella para
después imitarlos en nuestra vida. ¿Pero cómo se puede imitar esta
característica de la Virgen de ser Madre de Dios?
¿Cómo se puede
imitar a la Madre de Dios?
"Debemos recordar que la maternidad divina de
María se realiza sobre dos planos: sobre un plano físico y sobre un plano
espiritual"- dijo Cantalamessa- "María es Madre de Dios no sólo
porque lo ha llevado físicamente en su seno, sino también porque lo concibió
primero en el corazón con la fe". Por consiguiente, "no podemos
imitar a María en el primer sentido, generando de nuevo a Cristo, pero podemos
imitarla en el segundo sentido, que es el de la fe".
Oración delante
del pesebre en la víspera de Navidad
Para finalizar, el Predicador de la Casa Pontificia
recordó que en las tres meditaciones de Adviento "hemos intentado
prepararnos para la Navidad en la escuela de la Madre de Dios. Ahora que hemos
llegados al final no nos queda más que unirnos a ella en una contemplación silenciosa
y adoradora del Dios hecho hombre por nosotros", concluyó el fraile
capuchino invitando a rezar delante del pesebre una bella oración de la
liturgia bizantina en la víspera de Navidad:
«¿Qué podemos ofrecerte como regalo, oh Cristo nuestro
Dios, por haber aparecido en la tierra asumiendo nuestra propia humanidad? Cada
una de las criaturas moldeadas por tus manos te ofrece algo para darte gracias:
los ángeles te ofrecen su canción, los cielos la estrella, los magos sus dones,
los pastores su maravilla, la tierra una cueva, el desierto un pesebre. ¡Pero
te ofrecemos una Madre virgen!».
Ciudad del Vaticano
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