Emilio
Calatayud lleva décadas dedicado a la Justicia, especialmente en los menores,
cuyas ejemplares sentencias le han hecho un personaje conocido
Juez Emilio Calatayud |
Emilio Calatayud no
deja a nadie indiferente. El juez de menores de Granada es
amado u odiado, escuchado o despreciado. Sus sentencias ejemplares llenas de
sentido común, su defensa de la autoridad paterna
y de una educación más “tradicional” y sus innumerables advertencias
sobre las consecuencias de las nuevas tecnologías en adolescentes y niños han
encontrado gran repercusión durante estos años.
Lo que era menos conocido sobre este
mediático juez es su faceta como católico practicante, el papel que tiene Dios
en su vida y cómo se agarró a la fe cuando su mujer falleció debido a un
cáncer. Por ello, sin complejos y alejado de la corrección política, Calatayud hace una defensa directa de la
Iglesia Católica en un momento de gran dificultad para la institución.
El
intento de destruir la familia
En una entrevista con la revista
Misión, el juez denuncia el intento de imponer
a los padres cómo tienen que educar a los hijos, un aspecto que lo relaciona
con el laicismo agresivo y el ataque a los católicos.
“Los hijos son
de los padres, aunque no sean de su propiedad. Desde luego, a quien no
pertenecen es al Estado. Detrás
de esto hay un intento de cargarse a la familia. Se busca
deshumanizar las relaciones y derribar cualquier institución que huela a
católico. Nos dicen que los hijos son de la sociedad, de la tribu, pero no es
verdad. Es como el tema del aborto”, agrega.
Según asegura el magistrado, “hoy no se
habla del nasciturus, que
es el concebido pero no nacido, y que fíjate si tiene derechos que puede hasta
recibir una herencia. Que
te puedas cargar a un niño que tiene derecho a herencia pero no tiene derecho a
nacer es una contradicción. Hay debates que tenemos que abrir y
revisar, como el del aborto o la eutanasia”.
La
pérdida del miedo de los católicos
El juez Calatayud se ha convertido en la
voz pública de lo que muchos dicen en privado. Y por ello cree que hay que
perderá el miedo. Asegura que le “han llamado facha, carca… Pero me da igual.
Es como lo de católico. Ha
habido un tiempo en que a la gente le daba miedo decir públicamente que es
católica”.
Habla en pasado porque está convencido de
que “la gente se ha cansado
de tener que ocultar que es católica”.
Con el estilo directo y desenfadado que
le caracteriza, el juez Calatayud indica que él siempre dice lo que piensa: “me
cabreo con la Iglesia, porque creo que es
hora de dar un puñetazo en la mesa con el tema del laicismo.
Ante el ataque que hay contra los católicos, yo cerraría tres meses todos los
servicios que sostiene la Iglesia. ¿Que los católicos somos todos corruptos de
menores y no podemos decir lo que pensamos? Pues ale, que todos los pobres que atiende Cáritas, San Juan
de Dios, las monjas de tal y cual, vayan a los Ayuntamientos o
comunidades autónomas.
¿La Semana Santa?
¡A pasear los santos
dentro de la iglesia! ¡Verás qué alegría para el turismo, los bares y los
hoteles! Ve a San Juan de Dios en Granada, a ver quién atiende a los pobres. ¿Y
en Valencia, dónde está la gente que llegó en el barco aquel? En Cáritas. Los
católicos tenemos que decir que la Iglesia es muy buena, con ‘hijoputas’ como
en todos los gremios, pero que ya está bien de tomarnos el pelo”.
Fe
probada en la muerte de su esposa
Yendo a un aspecto más personal de su fe,
Emilio Calatayud confiesa que reza todos los días. “Al morir mi mujer, el cura
que celebró el funeral, al que conozco desde hace mucho, dijo: ‘si Dios no existiera, la vida sería una
faena muy gorda. Pero Dios existe’. Por eso rezo”, afirma.
Por ello, se considera muy afortunado a
pesar de las desgracias que ha tenido que padecer porque “en mi vida, mi fe me ha ayudado mucho
para ser feliz”.
Su mujer, Azucena, falleció en 2008
debido a un cáncer, y él mismo ha padecido otro de próstata. Sobre esta
experiencia, el juez de menores explica que “con el cáncer, estás en manos de la ciencia y en manos de
Dios. Y ya está".
Sobre la enfermedad de su mujer, recuerda
que “durante los dos años
que estuve cuidando de Azucena fui muy feliz. Las dos únicas
bajas que he cogido en mi vida han sido para cuidar de ella. Pero también
gracias al cáncer conocí a Magdalena, mi mujer actual, que me sacó del pozo”.
“Lo
que más me importa es el sacramento”
Sobre esta experiencia de gran
sufrimiento, Calatayud asegura que ha
aprendido a “valorar las cosas en su medida, a que merece la pena hacer el
bien, y a hacer lo posible para estar tranquilo contigo mismo.
Al morir Azucena me preguntaron de qué me arrepentía. Y dije que de haberle
dicho poco que la quería. Ya no cometo ese error. Hay que demostrarlo,
pero también hay que decir ‘te quiero’ todos los días”.
Sobre su nueva pareja cuenta que “el amor
a mi edad no es como el de los años jóvenes, pero he encontrado mi complemento
perfecto. Es profesora de Filosofía y con una formación católica muy grande. Es
muy buena persona, pero ha tenido muy mala suerte en la vida. Estamos esperando que nos confirmen la
nulidad de su anterior matrimonio para casarnos por la Iglesia, porque lo que
más me importa es el sacramento”.
“Cuando le den la nulidad, nos casaremos
por la Iglesia, como Dios manda. Aunque tenemos que tener un reconocimiento del
Estado, lo que nos importa
de verdad es la bendición de Dios”, concluye.
J.
L.
Fuente:
ReL