Fundamento
bíblico del primado de Pedro
También
me di cuenta de que las tres declaraciones del Señor a Pedro estaban compuestas
por dos partes, y las segundas partes explican las primeras. La razón porque
Pedro es ‘bienaventurado’ fue porque ‘la carne y sangre no te han revelado
esto, sino mi Padre que está en los cielos’ (v. 17). El significado del cambio
de nombre, ‘Tú eres Piedra’ es explicado por la promesa, ‘Sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia y los poderes de la muerte no prevalecerán contra ella’
(v.18). El propósito de las llaves es explicado por el encargo de Jesús: ‘Lo
que ates en la tierra será atado en el cielo’ (v.19). Una lectura cuidadosa de
estas tres declaraciones, poniendo atención en el contexto inmediato y en
interrelación, muestra claramente que Pedro fue la piedra de la cual habló
Jesús. Éstas y otras consideraciones me revelaron que las interpretaciones
estándar anticatólicas de este texto no podían quedar en pie después de un
cuidadoso estudio bíblico.
Habían arrancado a la fuerza la segunda declaración de Pedro de su contexto. Yo
ratifiqué mi interpretación, concluyendo que Pedro era verdaderamente la piedra
sobre la cual Jesús edificó su Iglesia. Creo que esto es lo que un lector sin
prejuicios concluiría después de un cuidadoso estudio gramatical y literario de
la estructura del texto. Si Pedro era, de hecho, la piedra de que hablaba
Jesús, eso quería decir que él era la cabeza de los apóstoles (...) Y si Pedro
era la cabeza terrenal de la Iglesia, él reflejaba la definición más básica del
Papado”. 9
Contra todos los intentos por declarar este pasaje (que aparece únicamente en
San Mateo) como total o parcialmente interpolado en época posterior, resalta su
autenticidad de manera que no deja lugar a duda. Hasta se halla garantizada, no
sólo por la tradición unánime con que aparece en todos los códices y versiones
antiguas, sino también por el colorido semítico del texto, que salta bien a la
vista. No es posible negar con razones convincentes que estas palabras fueron
pronunciadas por el Señor mismo. No es posible mostrar tampoco que se hallen en
contradicción con otras enseñanzas y hechos referidos en el Evangelio.
El primado se lo concedió definitivamente el Señor a Pedro cuando, después de
la resurrección, le preguntó tres veces si le amaba y le hizo el siguiente
encargo: Apacienta mis corderos, apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas
(Jn 21,15-17). Estas palabras, lo mismo que las de Mt 16,18s, se refieren
inmediata y exclusivamente a San Pedro. Los “corderos” y las “ovejas”
representan todo el rebaño de Cristo, es decir, toda la Iglesia (cf. Jn 10).
“Apacentar”, referido a hombres, significa lo mismo que gobernar (cf. Hch
20,28), según la terminología de la antigüedad profana y bíblica.
Pedro, por este triple encargo de Cristo, recibió el supremo poder gubernativo
sobre toda la Iglesia.
Después de la ascensión a los cielos, Pedro ejerció su primado. Desde el primer
momento ocupa en la comunidad primitiva un puesto preeminente: Dispone la
elección de Matías (Hch 1,15ss); es el primero en anunciar, el día de
Pentecostés, el mensaje de Cristo, que es el Mesías muerto en la cruz y
resucitado (2,14 ss); da testimonio del mensaje de Cristo delante del Sanedrín
(4,8 ss); recibe en la Iglesia al primer gentil: el centurión Cornelio (10,1
ss); es el primero en hablar en el concilio de los apóstoles (15,17 ss); San
Pablo marcha a Jerusalén “para conocer a Cefas” (Gal 1,18).
Pedro, obispo de Roma y Primer Papa
Una antigua tradición, basada en los anales de la Iglesia y de la Arqueología
romana, nos indica que Pedro muere en Roma, donde fue obispo. Éste es el origen
de la preeminencia del obispo de Roma sobre los demás obispos sucesores de los
Apóstoles.
Tiene fundamento escriturístico en el texto de 1Pe 5,13: La Iglesia que está en
la Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan. La
expresión “Babilonia” se refiere a Roma, como notan todos los exegetas: “casi
todos los autores antiguos y la mayor parte de los modernos, ven designada en
esta expresión a la Iglesia de Roma... El nombre de Babilonia era de uso
corriente entre los judíos cristianos para designar la Roma pagana. Así es
llamada también en el Apocalipsis (14,8; 16,19; 17,15; 18,2.10), en los libros
apócrifos y en la literatura rabínica. La Babilonia del Éufrates, que en tiempo
de San Pedro era un montón de ruinas, y la Babilonia de Egipto, pequeña
estación militar, han de ser excluidas”10.
Esto lo reconocen incluso los autores protestantes serios. Por ejemplo, Keneth
Scott Laturet, prestigioso historiador, escribe en su libro “Historia de la
Iglesia”: “Pedro viajaba, porque sabemos estuvo en Antioquía, y lo que parece
una tradición digna de confianza, sabemos que estuvo en Roma y allí murió”11.
La Enciclopedia Británica da la referencia de todos los obispos de Roma,
comenzando por San Pedro y terminando por Juan Pablo II, 264 Obispos en
sucesión sin interrupción12. Si ya ha sido actualizada, figurará Benedicto XVI
como el número 265.
La “New American Encyclopedia” dice en su sección sobre los Papas: “Cuando San
Pedro dejó Jerusalén vivió por un tiempo en Antioquía antes de viajar a Roma
donde ejerció como Primado”.
Muy
fuerte es también el testimonio de la tradición que manifiesta la enorme
importancia que tuvieron los primeros obispos de Roma sobre la naciente
Cristiandad, justamente por ser sucesores de Pedro. Así, por ejemplo, en el año
96, o sea 63 años después de la muerte de Cristo, ante un grave conflicto en la
comunidad de Corinto, quien tomó cartas para poner orden fue el Obispo de Roma,
el Papa Clemente, y esto a pesar de que en ese tiempo, todavía vivía el Apóstol
Juan en la cercana ciudad griega de Éfeso. Sin embargo, fue una carta de
Clemente la que solucionó el problema y aún doscientos años después de este
hecho se leía esta carta en esa Iglesia. Esto sólo es explicable por la
autoridad del sucesor de Pedro en la primitiva Iglesia.
Ireneo, obispo de Lyon, y Padre de la Iglesia de la segunda generación después de los Apóstoles, escribía pocos años después: “Pudiera darles si hubiera habido espacio las listas de obispos de todas las iglesias, mas escojo sólo la línea de la sucesión de los obispos de Roma fundada sobre Pedro y Pablo hasta el duodécimo sucesor hoy”.
Según el primer historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea (año 312), esta sucesión es una señal y una seguridad de que el Evangelio ha sido conservado y transmitido por la Iglesia Católica.
Ireneo, obispo de Lyon, y Padre de la Iglesia de la segunda generación después de los Apóstoles, escribía pocos años después: “Pudiera darles si hubiera habido espacio las listas de obispos de todas las iglesias, mas escojo sólo la línea de la sucesión de los obispos de Roma fundada sobre Pedro y Pablo hasta el duodécimo sucesor hoy”.
Según el primer historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea (año 312), esta sucesión es una señal y una seguridad de que el Evangelio ha sido conservado y transmitido por la Iglesia Católica.
Bibliografía: Hubert Jedin, Historia
de la Iglesia, Herder, Barcelona, tomo I; Llorca-García Villoslada, Montalbán,
Historia de la Iglesia Católica, Tomo I, Edad Antigua, BAC, Madrid 1976, pp.
112-122 (en las notas a pie de página puede verse una abundante bibliografía
bíblica, histórica y arqueológica referida a estos hechos); Vizmanos-Riudor,
Teología Fundamental, BAC, Madrid 1966, pp. 594-624; M. Schmaus, Teología
dogmática, Rialp, Madrid 1962, T. IV: La Iglesia, 448-484 y 764-785; C.
Journet, L´Église du Verbe incarné, T. I: La hiérarchie apostolique, 2ª ed.
1955; G. Glez, Primauté du Pape, “Dictionnaire de Théologie Catholique”, XIII,
col. 344 ss.; E. Dublanchy, Infaillibilité
du Pape, en “Dictionnaire de Théologie Catholique”, VII, col. 1638-1717; J. Madoz, El primado romano, Madrid 1936; O. Karrer, La sucesión apostólica y el Primado, en: “Panorama de la teología actual”, Madrid 1961, 225-266; G. Philipe, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II, Barcelona 1969, T. I, pp. 363-380; C. Fouard, Saint Pierre et les premiéres années du Christianisme, 10ª ed. París 1908; P. De Ambroggi, S. Pietro Apostolo, Rovigo 1951; A. Penna, San Pedro, Madrid 1958; R. Leconte, Pierre, en DB (Suppl.) IV,128 ss.; G. Glez, Pierre (St.), “Dictionnaire de Théologie Catholique”, XIII, col. 247-344; E. Kirschbaum, E. Jynyent, J. Vives, La tumba de S. Pedro y las catacumbas romanas, Madrid 1954; G. Chevrot, Simón Pedro, Madrid 1970.
du Pape, en “Dictionnaire de Théologie Catholique”, VII, col. 1638-1717; J. Madoz, El primado romano, Madrid 1936; O. Karrer, La sucesión apostólica y el Primado, en: “Panorama de la teología actual”, Madrid 1961, 225-266; G. Philipe, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II, Barcelona 1969, T. I, pp. 363-380; C. Fouard, Saint Pierre et les premiéres années du Christianisme, 10ª ed. París 1908; P. De Ambroggi, S. Pietro Apostolo, Rovigo 1951; A. Penna, San Pedro, Madrid 1958; R. Leconte, Pierre, en DB (Suppl.) IV,128 ss.; G. Glez, Pierre (St.), “Dictionnaire de Théologie Catholique”, XIII, col. 247-344; E. Kirschbaum, E. Jynyent, J. Vives, La tumba de S. Pedro y las catacumbas romanas, Madrid 1954; G. Chevrot, Simón Pedro, Madrid 1970.
Notas
1 Cf. DS 3055; Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n.18; etc.
2 Tertuliano, De monog. 8.
3 San Cipriano, De unit. eccl. 4.
4 Clemente Alejandrino, Quis dives salvetur 21,4.
5 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógicas, 2, 19.
6 San León Magno, Sermón 4,2.
7 Según la doctrina de los galicanos (E. Richer) y de los febronianos (N. Hontheim), la plenitud del poder espiritual fue concedida por Cristo inmediatamente a toda la Iglesia, y por medio de ésta pasó a San Pedro, de suerte que éste fue el primer ministro de la Iglesia, designado por la Iglesia (“caput ministeriale”). Según el modernismo, el primado no fue establecido por Cristo, sino que se ha ido formando por las circunstancias externas en la época postapostólica (DS 3452 ss).
8 El autor indica en nota: “Por ejemplo, D.A. Carson confiesa esto en su comentario sobre Mateo en: “Expositor’s Bible Commentary”, Frank Gaebelein, ed. (Grand Rapids: Zondervan, primera edición)”.
9 James Akin, Un triunfo y una tragedia, en: Patrick Madrid, op. cit., p. 77-82.
10 José Salguero, O.P., Biblia Comentada, tomo VII, BAC, Madrid 1965, p. 145.
11 Keneth Scott Laturet, Historia de la Iglesia, Ed. Casa Bautista de Publicaciones, Tomo I, p. 112.
12 Cf. Enciclopedia Británica, tomo IX.
1 Cf. DS 3055; Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n.18; etc.
2 Tertuliano, De monog. 8.
3 San Cipriano, De unit. eccl. 4.
4 Clemente Alejandrino, Quis dives salvetur 21,4.
5 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógicas, 2, 19.
6 San León Magno, Sermón 4,2.
7 Según la doctrina de los galicanos (E. Richer) y de los febronianos (N. Hontheim), la plenitud del poder espiritual fue concedida por Cristo inmediatamente a toda la Iglesia, y por medio de ésta pasó a San Pedro, de suerte que éste fue el primer ministro de la Iglesia, designado por la Iglesia (“caput ministeriale”). Según el modernismo, el primado no fue establecido por Cristo, sino que se ha ido formando por las circunstancias externas en la época postapostólica (DS 3452 ss).
8 El autor indica en nota: “Por ejemplo, D.A. Carson confiesa esto en su comentario sobre Mateo en: “Expositor’s Bible Commentary”, Frank Gaebelein, ed. (Grand Rapids: Zondervan, primera edición)”.
9 James Akin, Un triunfo y una tragedia, en: Patrick Madrid, op. cit., p. 77-82.
10 José Salguero, O.P., Biblia Comentada, tomo VII, BAC, Madrid 1965, p. 145.
11 Keneth Scott Laturet, Historia de la Iglesia, Ed. Casa Bautista de Publicaciones, Tomo I, p. 112.
12 Cf. Enciclopedia Británica, tomo IX.
Por: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Fuente:
Institudo del Verbo Encarnado // www.teologoresponde.com.ar