El Instituto de las Hermanitas Discípulos del Cordero es una orden contemplativa y ofrece a las jóvenes con síndrome de Down la oportunidad de cumplir su vocación religiosa
En
marcado contraste con un mundo que prefiere hacerlas de lado o, lo que es peor
aún, de eliminarlas, encontramos en un tranquilo y discreto lugar de Francia
a Las Hermanitas Discípulos del Cordero, una orden religiosa católica
para mujeres con Síndrome de Down.
Siguiendo
el “Pequeño Camino” de Santa Teresa de Lisieux, estas pequeñas flores llevan
una vida sencilla de oración, trabajo, sacrificio y adoración.
Bajo
la guía de Hermanas que no tienen Síndrome de Down, aprenden a trabajar y rezar
en la tradición de San Benito, cumpliendo su vocación religiosa tal como Dios
los ha llamado, a pesar de las limitaciones que puedan tener, luego de la
reunión entre dos jóvenes mujeres, la Madre Priora Line y la pequeña Veronique,
una niña con síndrome de Down.
La
Madre Priora Line reconoció en Veronique una verdadera vocación a la vida
religiosa, pero sabía que sería poco probable que alguna comunidad existente
estuviera equipada para aceptarla y guiarla en su vocación.
Poco
después y justamente por aquella razón, la orden de las Hermanitas Discípulos
del Cordero se establecería en el pueblo de Buxeuil, en la diócesis de Tours,
en 1985 tras el estímulo del científico cuya investigación descubrió la anomalía
cromosómica, Trisomía 21, que causa el Síndrome de Down, el profesor Jerome
Lejeune, Siervo de Dios.
En
1990, el grupo fue canónicamente reconocido como una asociación pública por el
Arzobispo de Tours y se convirtió en un instituto religioso de vida
contemplativa en 1999.
El
Instituto de las Hermanitas Discípulos del Cordero es una orden contemplativa y
ofrece a las jóvenes con síndrome de Down la oportunidad de cumplir su vocación
religiosa. Este logro solo es posible porque es apoyado por Hermanas sin
Síndrome de Down que respondieron un llamado al amor, dedicándose a Dios con
sus hermanas pequeñas discapacitadas para formar una sola comunidad.
Es
una vocación única dentro de la Iglesia. Juan Pablo II testificó que toda la
vida es preciosa a los ojos de Dios. (Encíclica Evangelio de la vida – Juan
Pablo II). La Iglesia, al reconocer el Instituto, recomendó específicamente que
la Comunidad no estuviese vinculada a ninguna Orden o Congregación existente.
Ella les pidió a las Hermanas que busquen hacer su camino adaptándose a la
discapacidad de las Hermanitas.
Después
ver esto, ¿a quién la cabe duda de que Cristo siempre, es y será la verdadera
luz del mundo?
Fuente:
Proyecto Emaús
Fuente: Proyecto Emaús