Deporte de riesgo
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Como
todas las mañanas, antes de que llegue la hora del trabajo, Jubi y yo salimos a
correr por la huerta, por aquello de hacer un poco de deporte.
El
otro día, bajábamos las dos a toda velocidad por el camino de asfalto. Al
final, el camino gira a la derecha, bordeando la tapia. Jubi, que iba unos
pasos por delante de mí, cogió la curva con todas sus ganas... ¡y comenzó a
hacer cosas rarísimas con las patas! ¡Parecía que estaba bailando!
Divertida,
me reí por dentro mientras pensaba:
-¿Pero
qué le pasa a estaaaaaAaAaAaAaAa...?
De
pronto, la que se encontró en una especie de patinaje sobre hielo fui yo. ¡De
milagro no acabé como un dibujo egipcio, estampada en la tapia!
Había
un enorme charco de barro por las lluvias de los días anteriores, un auténtico
lodazal de lo más resbaladizo. Como en ese punto hay unas baldosas marrones,
era imposible distinguirlo, ¡y estábamos metidas de lleno!
Gracias
a Dios, conseguimos salir de ahí sin lesiones y sin embarrarnos nada más que
las zapatillas (bueno, y las pezuñas).
Orando
lo sucedido, me di cuenta de un pequeño detalle: ¡qué fácil es juzgar cuando se
está fuera del charco! Yo me había burlado de Jubi, pensando que estaba
haciendo el tonto, ¡pero la pobre estaba intentando no esmorrarse! Solo cuando
compartí su situación pude entenderla.
Así
nos pasa con los demás. Es muy fácil juzgar por las apariencias, criticar
actitudes o poner en tela de juicio sus palabras o decisiones. Pero, ¿acaso
conocemos en qué clase de charco están metidos?
El
único que lo conoce es Jesucristo. Es más, no solo lo conoce de oídas, sino que
ha querido entrar en nuestro mismo barro, para entendernos de verdad, para
darnos la mano y darnos una salida. Él conoce nuestros mejores deseos, pero
sabe también que nuestro terreno es resbaladizo, ¡por eso Él siempre tiene
misericordia!
Hoy
el reto del amor es que tengas una mirada de misericordia. Te invito a que hoy
sientas sobre ti los ojos de Jesucristo, esos ojos llenos de ternura y cariño
por ti, esos ojos que, aunque te alejes o metas la pata, siempre te esperan. Y
hoy, cuando veas que alguien tiene “un resbalón” de mal genio o de error,
¡aplica la mirada de misericordia! Hoy no juzgues, ¡disculpa y ama!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma