La
Acción Católica anima a las parroquias a repensarse para ganar en cercanía a
las personas y en eficacia evangelizadora
Más
que una asamblea al uso, el Encuentro de Laicos de Parroquia que acoge Santiago
del 3 al 6 de agosto (precedido de la peregrinación que ha arrancado este
viernes) va a aportar los instrumentos para una renovación del papel del
laicado y de la propia parroquia.
La
cita será seguida con gran atención desde otros países. Porque la Acción
Católica General (ACG) española ha sido históricamente un referente. Y porque
desde hace varios años trabaja de cerca con los obispos en unas líneas de
actuación que han resultado encajar a la perfección con la «conversión
pastoral» que impulsa el Papa Francisco.
La
ACG aspira a transformar la dinámica de las parroquias, ofreciendo itinerarios
de acompañamiento y formación a los laicos e impulsándolos a la misión, en
forma de compromiso en el barrio, en el trabajo, en la política…
Sin
dejar de ser el lugar en el que se dispensan los sacramentos (pero no solo para
que acudan los de siempre), la parroquia se concibe como epicentro de una
Iglesia en salida que busca «sin miedo» el diálogo con la sociedad, como pedía
el Papa a la AC italiana a finales de abril.
Se
trata de un planteamiento –acababa de exponer Francisco ante los participantes
en el II Congreso Internacional de la AC– que no es para unos pocos
«exclusivos», ya que «todos tienen derecho a ser evangelizadores», cada uno en
su propio ámbito.
La
renovación implica, por un lado, una conversión personal y un cambio de
actitudes, también en forma de cierta desburocratización y desclericalización de
las parroquias.
La
ACG va a animarlos desde Santiago a repensar qué están haciendo y cómo, para
ganar en cercanía a las personas y en eficacia evangelizadora. Sobre la mesa
está también la propuesta de que cada parroquia tenga su grupo de AC, similar
al de Cáritas.
No
se trata de repartir carnés de socio ni de entrar a competir con
otras realidades asociativas, sino de darle al apostolado seglar el
protagonismo que los tiempos demandan. Pero para que este proyecto realmente
salga adelante hará falta después el apoyo decidido de los obispos y los
párrocos. De lo contrario, el encuentro de Santiago quedará solo en bonitas
palabras.
Fuente:
Alfa y Omega