Que el Señor nos libre de esta
terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no
hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida
La Pascua
“es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni
nadie nos podrá apartar nunca de su amor”, afirmó el Papa Francisco durante la
Vigilia que presidió este sábado en la Basílica de San Pedro. En la homilía que
pronunció, el Santo Padre recordó que “el Señor está vivo y quiere que lo
busquemos entre los vivos”. A su vez señaló que todo cristiano tiene una
misión: “llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en
los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la
luz de la vida”.
Para ello, “la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta
de esperanza que nos encierra en nosotros mismos”. “Que el Señor nos libre
de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el
Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida”,
pidió.
“Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como
siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado
con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo
internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero
incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo”, dijo el Papa al
explicar la misión concreta de la Iglesia en el mundo.
La ceremonia comenzó con el encendido de la llama pascual en el atrio de la
Basílica, para luego trasladar el cirio pascual en procesión al interior del
templo. Ya dentro, un diácono entonó el pregón pascual, el antiguo himno que
alaba la resurrección. Asimismo, unas siete mil velas fueron encendidas por los
fieles, congregados dentro de la Basílica del Vaticano.
“Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida
si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros
mismos”, dijo al comentar las lecturas proclamadas en la Vigilia.
“Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que
Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas
del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea
venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia”.
El Papa señaló además que “continuamente vemos, y veremos, problemas cerca
de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que
iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que
evangelizarlos”.
“¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza?”, preguntó Francisco. "La
liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria
de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la
historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de
implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y
reavivando la alegría”.
Por tanto, “no olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario
perderemos la esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de
sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas
nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del
Resucitado”.
Fuente: ACI Prensa