El programa Monasterios y conventos de Leticia Casans en Radio María dedicado a los contemplativos ha recibido uno de los Premios DeClausura de este año, en vísperas de la Jornada Pro Orantibus
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Foto: Radio María |
¿Cómo empezó
su aventura de dar voz a las monjas y monjes de clausura?
Es algo que llevo en el alma. Mi tía, la madre Cristina de la Cruz y de
Arteaga, fue una monja muy considerada en su tiempo como historiadora y autora
de libros de espiritualidad que han leído generaciones de religiosas. Mi madre
participaba en la Asociación de Amigos de los Monasterios y a mí desde
chiquitita me llevaban a vender polvorones. Además, mi hija pequeña entró en el
carmelo en Ávila. Eso me ha llevado a conocer mejor las necesidades de las
monjas.
¿Cuáles son
las más urgentes?
Ellas, hoy en día, más que dinero —que también les hace falta—, lo que
necesitan es que se las conozca. La gente sabe muy poquito sobre la clausura
española.
Esa es su
labor en Radio María…
Me acogieron para ayudar en un programa del que luego me encargué y en el que
pude contar con muchos colaboradores, como Paloma Gómez Borrero.
¿Antes de
que estuviera en COPE?
Mientras trabajaba allí. Luego ya lo dejó, pero siempre mantuvimos la relación
a través de los años. Cuando se puso enferma, me pidió: «Llama a nuestras
monjitas, que me voy». A las 48 horas se murió.
¿Qué es lo
que hace en el programa?
Sobre todo, dar voz a muchas órdenes religiosas que no conocemos apenas. Hablo
de muchos monjes y monjas santos, doy noticias de agenda, pequeños detalles,
libros que publican, algunas anécdotas. ¡Las monjas son muy divertidas! Y
hacemos entrevistas, porque los protagonistas del programa son siempre las
monjas y los monjes.
¿Tiene
constancia de que haya surgido alguna vocación gracias a sus programas?
Pues sí, la verdad es que tengo dos, que yo sepa: un chico y una chica
españoles que empezaron escuchando y luego me escribieron con sus inquietudes.
Fue algo bonito, cosas de Dios.
Después de
tantos años, ¿qué es lo que más le llama la atención de los contemplativos?
La alegría. Es el fruto de una vida que aparentemente es horrorosa, con una
pobreza radical. No tienen el móvil a todas horas, ni internet ni las
diversiones habituales de nuestra sociedad; pero tienen alegría y tienen paz.
Saben que están donde Dios quiere que estén. Si hablas con ellos un rato, te
das cuenta de las horas que se pasan ante el Santísimo y ofreciendo cada día al
Señor. Eso te da una dimensión altísima de la vida cristiana.
¿Qué podemos
aprender de las monjas? O, mejor dicho, ¿qué ha aprendido usted para su vida
diaria?
Quizás la lección más práctica que yo he sacado es la de simplificarme. Al
final, hay muy pocos problemas. La gente pasa un estrés tremendo por cosas que
tampoco son para tanto. Necesitamos más oración, mucho más silencio.
Este domingo
se celebra la Jornada Pro Orantibus. ¿Cómo podemos ayudar a las monjas y
monjes de España?
A través de DeClausura,
Contemplare y Claune, y también de la tienda de Santa María de Huerta, que
ofrece productos de monasterios de toda España. Los que tengan niños, que
busquen un convento cerca de casa o en vacaciones, para que los niños conozcan
a las monjas. Lo agradecen mucho, no se las molesta y se puede llamar antes
para concertar una cita. Ellas están pidiendo por nosotros, por nuestras
familias, por nuestros matrimonios, por nuestros niños, por la paz,
continuamente y día y noche. Pero nosotros ni lo sabemos ni las conocemos.
España tiene un poco más de un tercio de los monasterios de clausura de la
Iglesia católica en el mundo. Y pocos saben, además, que han fundado en
Hispanoamérica, el sur de los Estados Unidos, en África y Asia. Son monjas
españolas que, sin ser misioneras, las que han llevado la contemplación a todo
el mundo.
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega