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Solemos asociar
a la resurrección con nuestra fe, con el regreso a la vida después de la
muerte, de nuestro Señor Jesús, pero es mucho más que eso, pues resucitar
genera un cambio que nos trae alegría y valentía.
Todos hemos
atravesado etapas oscuras. Pérdidas dolorosas, fracasos, enfermedades,
traiciones. Momentos que nos han hecho sentir agobiados. Pero así como en la
tradición cristiana la muerte no tiene la última palabra, en nuestra vida
cotidiana el dolor tampoco la tiene. Siempre hay un margen para reiniciar.
Renacer implica
volver a intentarlo, incluso cuando el fracaso aún duele. Es abrirse a una
nueva perspectiva, dejar de centrarse en lo que se perdió y comenzar a valorar
lo que aún es posible. A veces, basta con mirar desde otro ángulo para
descubrir que la vida sigue ofreciéndonos caminos que no habíamos notado
antes.
La verdadera
alegría
Hay quienes
creen que la alegría solo llega cuando todo va bien. Sin embargo, la verdadera
alegría es, muchas veces, un acto de resistencia. Surge como una chispa en
medio de la oscuridad.
Es la risa que
nace tras las lágrimas, el gozo de un abrazo sincero, la calma de una tarde
soleada después de una tormenta interior. Cultivar alegría no significa negar
el dolor, sino abrirle espacio al alma para respirar.
Es reconocer
que, incluso en el caos, hay motivos para agradecer, para celebrar, para seguir
vivos. Y es justamente en los momentos más difíciles cuando elegir la alegría
se convierte en un acto de profunda valentía.
Miedo a la
muerte
Uno de los
grandes temores humanos es la muerte. Pero vivir con el miedo constante a dejar
de existir nos impide, paradójicamente, vivir de verdad. Parte de nuestra
resurrección interior consiste en reconciliarnos con nuestra mortalidad, no
como una amenaza, sino como una invitación a saborear intensamente el
presente.
Aceptar que la
vida tiene un final nos impulsa a valorar cada día como un regalo irrepetible,
con sus desafíos y sus sorpresas, a decir lo que sentimos, a perdonar lo que
nos han hecho, a realizar lo que anhelamos, sin seguir postergando.
Nos lleva a
actuar con propósito, conectados con lo que realmente importa. A vivir con
pasión, sabiendo que cada instante puede ser el inicio de algo nuevo. Cuando
dejamos de centrar nuestra energía en el temor, aparece la fuerza para vivir
con plenitud.
Inicio de
una nueva vida
Cada amanecer
encierra la promesa de un nuevo comienzo. Cada momento puede ser una
oportunidad para dejar atrás lo que nos oprime y abrazar lo que nos hace
vibrar. La vida, con todo su misterio, nos sigue llamando a levantarnos, a
reconstruirnos, a redescubrirnos con más ternura, más sabiduría y más
coraje.
Tal vez no
podamos cambiar muchas de las circunstancias externas, pero sí podemos
transformar nuestra actitud interior. Y en ese pequeño gran giro se esconde la
libertad más poderosa: la de elegir cómo es que quieres vivir a partir de
ahora.
Hoy es un buen
día para resucitar. Para mirarnos con nuevos ojos, para sacudirnos el polvo
sucio del alma, para recordar que aún podemos vivir con alegría, sin miedo y
con propósito. Es tiempo de retomar nuestra luz interior, esa que jamás se
apaga, aunque la noche parezca interminable.
Guillermo Dellamary
Fuente: Aleteia