El Año Jubilar y las Puertas Santas son tradiciones profundamente arraigadas en la historia de la Iglesia Católica. Pero, ¿de dónde provienen las Puertas Santas y qué significado tienen para los fieles?
Los peregrinos pasan a través de la puerta santa de la Basílica de San Pablo Extramuros. | Crédito: Daniel Ibáñez - ACI Prensa |
Un origen histórico y espiritual
El concepto de la Puerta Santa tiene sus raíces en el siglo XV,
en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral del Obispo de Roma. Según el
P. McNamara, podría tener su origen en una puerta en la misma basílica, donde
los criminales podían encontrar asilo político, protegiéndose de la policía o
los jueces. “Tanto fue así que el Papa, en un tiempo, para impedir abusos,
empezó a murarla y a taparla”, explica el P. McNamara, sugiriendo que, con el
tiempo, la puerta comenzó a adoptar un simbolismo mucho más espiritual.
Sin embargo, ese significado espiritual se consolidó en la
Basílica de Santa Maria di Collemaggio en L'Aquila, una basílica católica
construida en 1288 por voluntad del Papa Celestino V, donde comenzó la
tradición de abrir una puerta especial en ciertos momentos. “De ahí, en el año
1300, el Papa Bonifacio VIII se inspiró para establecer también la idea de la
Puerta Santa para un Jubileo”, explicó el sacerdote.
Desde entonces, cruzar la Puerta Santa se ha asociado con un
Jubileo “netamente espiritual”, en el que los fieles, cumpliendo ciertas
condiciones, pueden librarse del peso del pecado y comenzar una vida renovada
de cercanía con Dios.
Más que un acto simbólico
Aunque cruzar la Puerta Santa es una manifestación externa, su
verdadero significado radica en la disposición interior del creyente. El P.
McNamara subrayó que “pasar por la Puerta Santa es solamente una manifestación
externa de algo que está pasando por dentro”.
Al cruzar esta Puerta, el peregrino recuerda lo señalado en el
capítulo 10 del Evangelio de San Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se
salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. Por ello, el Papa
Francisco ha recordado que la peregrinación hacia la Puerta Santa “es una
invitación a cumplir un pasaje, una pascua de renovación, a entrar en esa vida
nueva que nos ofrece el encuentro con Cristo”.
La indulgencia plenaria y el desprendimiento del pecado
La gracia del Jubileo incluye la indulgencia plenaria, que
representa la remisión de la pena temporal asociada al pecado. Sin embargo, el
P. McNamara destacó que este proceso también requiere un compromiso interior:
“La Iglesia pide que no haya apego al pecado. Una cosa es la debilidad
humana... y otra es estar apegados a un tipo de pecado, incluso si es un pecado
venial”.
Este desprendimiento implica una renuncia sincera al pecado,
aunque la persona sea consciente de su fragilidad. “Sabes que puede ser que
caigas de nuevo, pero no quieres volver a pecar en ese campo”, explicó el
sacerdote, subrayando que se trata de “ser libre del apego”.
En
palabras del liturgista, “lo primero que hace falta” para ganar una indulgencia
“es hacer una buena confesión de todos los pecados desde la última Confesión”.
Además, es fundamental recibir la Sagrada Comunión, participar en la Santa Misa
y rezar por las intenciones del Santo Padre, lo que puede incluir “un credo,
unas Ave Marías, un Padre Nuestro, una decena del Rosario, algo muy sencillo”,
sostuvo.
En
última instancia, la Puerta Santa simboliza la apertura hacia Cristo y la posibilidad
de una conversión profunda. Como recordó el P. McNamara, “lo que hace la
indulgencia es limpiarnos, dejarnos sanos de nuevo, para poder empezar desde
cero nuestra lucha para seguir a Cristo y nuestra batalla para vivir”.
Por Diego López
Marina
Fuente:
ACI
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