Rajesh Mohur es originario de la isla Mauricio, aunque pertenece a la casta más alta de los indios. En los años ochenta emigró a Italia y allí fue contratado como asistente por la familia Acutis. Su trato con el pequeño Carlo le cambiaría para siempre
Rajesh Mohur y Carlo Acutis. Dominio público |
La familia Mohur pertenecía
a la casta sacerdotal brahmán, la más alta de las cuatro castas
de la sociedad hindú (sacerdotes e intelectuales; guerreros y gobernantes; comerciantes
y artesanos; campesinos y trabajadores). De hecho, el padre era un sacerdote
que llegó a ser presidente de la Asociación Hindú de la isla Mauricio.
"Buscaba a un Dios vivo"
"Mi padre solía enseñarme las
oraciones y las escrituras hindúes", relató Mohur hace un tiempo, en una
entrevista de la que se hace eco ahora National Catholic Register. Cuando
el joven tenía 16 años, su padre lo envió a la India para que
continuase su educación en Gujarat, la ciudad en la que nació el líder Mahatma
Gandhi.
Durante su paso por la India, Rajesh
Mohur se fue introduciendo más y más en la cultura hindú y en la práctica
religiosa. ''Estuve en tantos templos y conocí a tantos gurús. Fui testigo de
todo lo que allí se vivía, eran lugares pacíficos y bellos... pero tu
vida no cambiaba, yo buscaba a un Dios vivo. Siempre me topaba con
algo que no podía cumplir", confesó.
Después de ser aceptado en una
universidad del estado indio de Rajasthan, Mohur terminó quedándose en la
India, donde se licenció en Física. Pero, cuando iba a inscribirse en un máster
en Inglaterra recibió la noticia de que su padre había muerto.
Su familia estaba teniendo problemas
económicos, y Mohur se sintió obligado a regresar a Mauricio para ayudar. Tras
la muerte de su padre, la práctica religiosa del joven se incrementó. "Rezaba
todos los días, pero, a menudo, tenía una sensación de ira y amargura.
Siempre me decía: '¿por qué estoy en esta situación?'", recordaba.
En aquellos años de la década de los
80 era muy difícil encontrar trabajo en Mauricio. Mohur decidió emigrar a
Italia, había oído que el país no era tan estricto en conceder visados. Y,
después de una década en Italia, Mohur fue contratado por la familia
Acutis en diciembre de 1995.
Fue entonces cuando Mohur
conoció al pequeño Carlo,
"el beato de Internet". Lo primero que le llamó la atención fue su
cabello castaño y rizado, le recordaba a los querubines de las pinturas
que había visto en Milán. En su segundo día de trabajo, Mohur recuerda que
el pequeño Carlo se le acercó con una gran sonrisa y le regaló un chicle.
En los días de lluvia, Acutis
y Mohur veían dibujos de la Biblia y de los santos en televisión. El
mauriciano observaba con cierto interés, nunca había conocido de cerca el
catolicismo.
Desde que Carlo hizo su primera Comunión,
a la edad de 7 años, Mohur lo acompañaba cada día a la iglesia para ir
a misa o para rezar de camino al colegio. El hindú observaba asombrado
cómo cambiaba el comportamiento de Acutis cada vez que estaba frente al
Santísimo. Mohur se sentaba en silencio en la parte de atrás y observaba al
joven rezar con fervor.
Vendió todos sus juguetes
''Carlo se transformaba dentro de la
iglesia. Sabía que allí había algo diferente, que en ese lugar vivía
Jesús. Cuando vi su comportamiento, algo tocó mi corazón", recordaba
Mohur. Acutis tenía siempre ganas de hablar de aquello que amaba: el cielo, la
Misa y la presencia de Jesús en la Eucaristía. "Me explicaba todo con
tanta dulzura", decía Mohur.
"Siempre hablaba de la
Eucaristía, de Jesús, de cómo sufrió y sacrificó su vida por nosotros.
Carlo me dijo que siempre podía encontrarme a Jesús presente en carne, alma y
sangre en el Santísimo", explicaba Mohur, que siempre admiró la
preocupación que demostraba Acutis por los demás.
Mohur recuerda que una vez el
pequeño Carlo cogió sus juguetes, incluidos algunos regalos de Navidad, y le
pidió que lo acompañara a venderlos para darle el dinero a los pobres.
"Los pobres estaban acostados frente a la iglesia, dormían en el suelo y
hacía bastante frío. Dijo que estaban sufriendo y que necesitaban ayuda",
apuntó Mohur.
"Cuando empecé a ver cómo actuaba aquel niño tan pequeño, me convertí", confesaba Mohur. Acutis le enseñó a rezar el Rosario y le invitó a rezarlo con sus padres. El hindú había adquirido el hábito de recitar esa oración todas las noches antes de acostarse. Carlo le dijo que un no bautizado podía rezar el Rosario, pero que solo los católicos practicantes podían recibir la Sagrada Eucaristía.
Acutis le explicó que la Eucaristía
es la culminación de la caridad y que las virtudes se adquieren a través de la
vida sacramental. "Carlo se sabía el Catecismo casi de memoria y lo
explicaba de forma tan brillante que lograba emocionarme. Todas esas
experiencias cambiaron mi vida. Pude conocer por fin a un Dios vivo",
apuntaba Mohur.
En 1999, cuatro años después
de conocer a Carlo, Mohur se bautizó en la parroquia de los Acutis.
Tenía casi 30 años y recibió a la vez todos los sacramentos: bautismo, primera
Comunión y confirmación. La familia organizó una gran fiesta en su
apartamento.
Después, Mohur dejó que
Carlo eligiera a dónde saldrían a cenar. El pequeño propuso: "Vamos al
restaurante chino, porque hoy es un día muy especial". Mohur entonces
bromeó: "Es un día especial para mí, pero es más especial para ti... que
te gusta la comida china".
Su madre también fue tocada
Acutis confesó a sus padres que
había muchas personas que no se daban cuenta del regalo infinito que era
recibir el bautismo. Precisamente, después de ser bautizado, Mohur iba
con Carlo todos los días a misa, ya no como observador sino como participante.
Pero, la intercesión de Carlo para
cambiar la vida de las personas no se iba a quedar en Mohur. Unos años más
tarde, la madre del mauriciano viajó desde la isla a Milán para visitar a su
hijo. Carlo la invitó a ir a misa con ellos. La madre dijo que no
entendía nada, que tenía poca familiaridad con la fe católica y que no hablaba
nada de italiano.
Pero Acutis, que había nacido en
Londres, le hablaba a la madre en inglés. Los dos se sentaban en la cocina
y Carlo le contaba cosas sobre Jesús y la fe católica. En una ocasión le
explicó de una manera tan convincente la historia de las apariciones de Lourdes que
ella quiso viajar a Francia. Gracias a la familia Acutis, la madre de Mohur se
quedó en Lourdes una semana. Cuando regresó a Mauricio, pidió ser bautizada.
Tras
su bautismo, la madre de Mohur visitaba siempre a los enfermos de Mauricio y
rezaba con ellos. A menudo usaba el agua bendita que había traído de Lourdes.
"Esa fue la magia de Carlo. Gracias a él nos convertimos mi madre y yo", recordó Mohur.
J. C. M.
Fuente: ReL