Exjugador profesional de hockey –incluso participó en los Juegos Olímpicos de Londres–, periodista y sacerdote, Litus, como todos lo conocen, será el coordinador de la recién impulsada Pastoral del Deporte en la Conferencia Episcopal Española
Siempre he sido creyente. Incoherente, pero fe he tenido. Al terminar el
colegio quería ser reportero de guerra. En ese momento, mi vida era el deporte
y el periodismo.
Pero a raíz de la muerte de mi abuela me tomé las cosas más en
serio. Y con ese cambio me empezaron a ir muy bien las cosas. Llegué con mi
club, el Atlètic Terrassa, a la final de la Copa de Europa, que perdimos, y me
llamó la Selección Española para preparar los Juegos Olímpicos de 2008 en
Pekín. Era 2007 y tenía 22 años.
No podía pedir más…
Ese verano, antes de concentrarme con la selección, me fui a Mallorca a
descansar. Cogí la mononucleosis y estuve tres semanas en cama. Ya no podía
reengancharme al equipo. Sentía un gran vacío a pesar de tener todo lo que
quería en mi vida. No sabía qué me pasaba. Hablé con un sacerdote y me propuso
peregrinar a Medjugorje. Ya había ido dos veces y no me apetecía mucho. Pero,
al final, fui la tercera semana de agosto de 2007. En una de las adoraciones
–yo no era de rezar mucho–, me quedé aparte y ahí se fue recolocando todo.
Contaba mis planes a Dios y, al mismo tiempo, me daba cuenta de que no me
llenaban. Y sentí una llamada a entregarme al Señor, aunque no pensaba en el
sacerdocio.
¿Qué pasó a la vuelta?
Hablé de nuevo con el cura y le planteé que quería despejar la incógnita, pero
que no quería entrar en un seminario. Me propuso irme a una casa en Pamplona
para gente que se lo está pensando y estuve allí un año. Sí me pidió que no
dejase el hockey. «Si Dios te ha encontrado en el hockey, Dios está en el
hockey. No lo abandones», me dijo. Además, si tenía tan claro que no iba a ser
sacerdote, no había por qué tirar la carrera. Jugué mientras en un equipo en
San Sebastián.
Y entras en el seminario, pero
no dejas el hockey.
Me llamaron de mi club de Tarrasa y me dijeron que lo que estaba haciendo en
Pamplona lo podía continuar en Barcelona. El único motivo por el que entré en
el seminario fue porque podía seguir jugando al hockey con mi club y mis
amigos. El hockey ha salvado mi vocación, he visto a Dios en el hockey. Todo lo
que he conseguido ha sido gracias al seminario y al club, porque me permitieron
compaginarlo. La idea era hacer cuatro años y dejarlo los dos últimos cursos.
Pero…
En 2011, la selección española me dio la opción de optar a una plaza para los
Juegos Olímpicos de Londres. Ese año viví fuera del seminario –teníamos viajes–
y estudié Teología a distancia. Fue uno de los mejores de mi vida, pues pude
combinar mi pasión, el hockey, con lo que da sentido a mi vida, Dios. Lo único
que pedí fue poder ir a Misa los sábados por la tarde o los domingos. Y lo
hice.
¿Cómo vive un seminarista los
Juegos Olímpicos?
Lo disfruté mucho. Había una zona con espacio para las distintas religiones.
Pude estar en unos Juegos Olímpicos, comulgar cada día y conocer a católicos y
creyentes de otras confesiones.
Creo que le costó contar a sus
amigos que daba el paso al sacerdocio, ¿no?
No me costó, sino que no me atreví. Les envié un correo electrónico. Les decía
que no podía contárselo a la cara porque tenía miedo a que me rechazaran o que
no lo entendieran. Y fue todo lo contrario.
¿Se puede evangelizar con el
deporte?
Nadie puede decir que no. Yo lo he vivido, Dios me ha encontrado en el hockey.
Se puede educar a las personas y si el chaval se lo pasa bien, disfruta y
aprende, es mucho más fácil hablarle de Dios.
Además de deportista y
sacerdote, también es periodista. Y en su foto de perfil de WhatsApp tiene a
Miguel Gil, reportero asesinado en el año 2000 en Sierra Leona. ¿Por qué?
Toda la vida he querido ser periodista, pero deportivo. Estudié en el colegio
Viaró y Miguel había hecho los dos últimos cursos allí. Cuando falleció yo
estaba en el centro. Al año, un sacerdote le dijo a mi madre que como quería
ser periodista tenía que leer Los
ojos de la guerra [se relata su muerte]. Cuando lo
leí, me dije que quería ser como él.
¿Conoce a la familia?
Hace dos años, a través de un amigo, me puse en contacto con su madre, y nos
vemos de vez en cuando. Hace unos días y le dije que me iba a África a hacer de
Miguel Gil.
¿África?
Me voy tres semanas a República Centroafricana con Juan José Aguirre,
obispo de Bangassou. Voy a ayudar y, si puedo, haré un reportaje con el móvil.
Fran
Otero
Fuente:
Alfa y Omega
