MEDITACIÓN DIARIA: VIERNES DE LA SEMANA 24 DEL TIEMPO ORDINARIO

 EL TIEMPO Y EL MOMENTO

Dominio público
I.
 Vivir el momento presente.

II. Realizar con plena atención las tareas que tenemos entre manos.

III. Evitar preocupaciones inútiles.

“Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: -«¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: -«El Mesías de Dios.» 

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: -«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día»” (Lucas 9,18-22).

I. La Sagrada Escritura nos enseña, en una de las lecturas para la misa de hoy, que todo tiene su tiempo y su momento. Las circunstancias y acontecimientos de la vida forman parte de un plan divino.

Pero hay veces que el hombre no acierta a comprender ese querer de Dios sobre sus criaturas y no encuentra el momento oportuno para cada cosa; con frecuencia los hombres ponen su interés lejos de la labor que tienen entre manos. Perder el tiempo es dedicarlo a otras tareas, quizá humanamente interesantes y productivas, pero distintas de las que Dios esperaba que atendiéramos en ese momento preciso.

Ganar el tiempo, en cambio, es hacer lo que Dios quiere que llevemos a cabo: vivir el momento presente que es el que debemos santificar. Del pasado sólo debemos sacar motivos de contrición por lo que hicimos mal, de acciones de gracias por todo el bien que recibimos, y experiencia para hacer con más perfección nuestras tareas.

Los sucesos del futuro no nos deben preocupar demasiado, pues todavía no tenemos la gracia de Dios para enfrentarlo.

II. Para aprovechar el tiempo presente, como nos aconseja San Pablo, necesitaremos someternos a un orden en nuestros quehaceres y cumplirlo. Vencer la pereza y ser laboriosos es aprovechar el tiempo, que no sólo es oro, sino gloria de Dios.

Perezoso no es solamente el que no hace nada, sino también el que hace muchas cosas, pero rehúsa llevar a cabo su obligación concreta y escoge sus ocupaciones según el capricho del momento. El perezoso es amigo de los “comienzos”, pero no pone las “últimas piedras”.

Vivir el hodie et nunc, el hoy y ahora, nos llevará a estar atentos a lo que hacemos, convencidos que es una ofrenda al Señor, como si fuera la última obra que le ofrecemos.

III. El Señor nos invitó a vivir con serenidad e intensidad cada jornada, eliminando preocupaciones inútiles por lo que ocurrió ayer y por lo que puede suceder mañana: No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio; a cada día le basta su propio afán.

Un buen consejo para vivir cara a Dios es que hemos de trabajar en esta tierra como si fuésemos a vivir siempre en ella, a la vez que trabajamos para la eternidad como si fuéramos a morir esta misma tarde. Es precisamente esta tarea del momento presente la que nos lleva al Cielo.

Ahora es tiempo de edificar. Pidamos a Nuestra Madre que nos ayude a tener siempre presente el Cielo.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org