Al lado del P. Teodosio guió el instituto de las Religiosas de la Caridad de la Santa Cruz, que se desarrolló rápidamente
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A los siete años quedó huérfana de padre y fue a vivir con unos
parientes, que le dieron una sana educación cristiana. En los tiempos libres se
ocupaba de los trabajos de la casa y del campo.
A
petición de su madre entró en el hospital cantonal de Lucerna para completar su
preparación doméstica a la edad de 16 años. Después tuvo que ocuparse también
de los pobres y los enfermos. Fue admitida en la Tercera Orden de san Francisco
y en la congregación de Hijas de María a los 17 años. Durante una peregrinación
a Einsiedein se sintió llamada a la vida religiosa.
El
1 de marzo de 1845 ingresó en el instituto de las Religiosas Enseñantes, que
había fundado hacía poco el capuchino P. Teodosio Florentini. En el otoño de
aquel mismo año hizo los primeros votos. Un año después fue enviada a Baar y
luego a Oberägeri, como profesora y superiora en ambas comunidades. Fue un
período de dudas y dificultades, que superó con una ascesis austera y la
obediencia a su director espiritual.
El
año 1850 el P. Teodosio la llamó a Näfels, para que guiase el hospicio de los
pobres y huérfanos. Ese mismo año el P. Teodosio fundó en Coira un pequeño
hospital y encomendó a María Teresa su dirección. Ella aceptó, convencida de
que el carisma del fundador abarcaba el aspecto escolar-educativo y el
caritativo.
El
año 1856 las Religiosas Enseñantes se separaron del fundador para continuar su
apostolado educativo independientemente.
Sor
María Teresa sufrió mucho por ello: oró, se aconsejó y finalmente comprendió
que Dios deseaba se ocupase en el futuro de las obras de misericordia
espirituales y corporales. En 1857 fue elegida superiora general de las
«Religiosas al servicio de la escuela y de los pobres». Al lado del P. Teodosio
guió el instituto de las Religiosas de la Caridad de la Santa Cruz, que se
desarrolló rápidamente.
A
Ingenbohl llegaban continuamente peticiones, solicitando religiosas para que se
ocuparan de los pobres y los huérfanos, del servicio en casas de corrección y
lazaretos: eran tareas arduas, pero estaban en sintonía con el pensamiento de
la madre María Teresa. Abrió hospitales y escuelas especializadas para
inválidos, pero no le gustaba ver a las religiosas como responsables de
empresas. Por ello se crearon tensiones con el fundador.
De
todas formas, estaba persuadida de que la intención del P. Teodosio era
resolver la cuestión obrera con justicia y solidaridad, por lo que le ayudó
todo lo posible, y a cuyo espíritu permaneció fiel aun después de su muerte,
acaecida el 15 de febrero de 1865. Recibió no sólo su herencia espiritual sino
también la material, teniendo que trabajar ella y sus hermanas durante años
para saldar las deudas que había contraído el P. Teodosio en su apostolado
social. Luchó por salvar las constituciones que había dado al instituto el P.
Teodosio, aun a costa de oponerse al celo reformador de sus sucesores.
La
madre María Teresa era la regla viviente, pero pocos años antes de su muerte
fue criticada por el modo de guiar la congregación y de observar la pobreza.
Fue calumniada y soportó grandes sufrimientos físicos, que no le impidieron
realizar numerosos viajes para animar a sus hijas y orientarlas a vivir según
el espíritu del fundador. Falleció el 16 de junio de 1888 en el convento de
Ingenbohl. Ya formaban parte del instituto 1.689 religiosas.
Fuente:
ACI