“Si
quieres engañarte a ti mismo, di que no has pecado: te estás engañando a ti mismo, ¿eh?”: lo advirtió el Papa en la
Audiencia General, continuando con el ciclo de catequesis sobre el
Padrenuestro
A
pesar de la lluviosa mañana del miércoles 10 de abril, los peregrinos
concurrieron numerosos a la plaza de san Pedro, provistos de paraguas e
impermeables para la Audiencia General del Papa Francisco.
En
este día el Santo Padre prosiguió con su serie de catequesis sobre el
Padrenuestro, adentrándose en “el campo de nuestras relaciones con los demás”,
pues, como él mismo dijo, tras pedirle el pan de cada día, Jesús nos enseña a
pedirle al Padre el perdón por nuestras ofensas: «Perdona nuestras ofensas, así
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden»(Mt 6,12).
Por muy santa que sea
nuestra vida siempre somos deudores ante Dios
«Consideramos
hoy la petición del Padre nuestro, que dice: “Perdona nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. En toda oración del
cristiano se contiene una petición de perdón a Dios, ya que por muy santa que
sea nuestra vida siempre somos deudores ante Dios. Por eso la soberbia es la
actitud más negativa de la vida cristiana. Se arraiga en el corazón sin que
muchas veces nos demos cuenta, e incluso afecta a las personas que llevan una
intensa vida religiosa. Nos hace creer que somos mejores que los demás, casi
semejantes a Dios, amenazando así con romper la fraternidad».
Francisco
señaló que el cristiano que reza, en primer lugar, pide a Dios que le perdone
sus deudas, es decir, sus pecados, las cosas malas que hace y esta es la
primera verdad de toda oración. Y esto, ¿por qué? Pues, el Pontífice explicó
que “estamos en deuda sobre todo porque en esta vida hemos recibido tanto: la
existencia, un padre y una madre, la amistad, las maravillas de la creación....
Aunque todos pasemos por días difíciles, debemos recordar siempre que la vida
es una gracia, es el milagro que Dios extrajo de la nada”.
Somos deudores por todo
lo que hemos recibido: es el mysterium lunae
El
arriba mencionado es sólo el primer motivo por el cual estamos en deuda con el
Padre. En segundo lugar, el Papa dijo que “somos deudores porque, incluso si
logramos amar, ninguno de nosotros puede hacerlo con las propias fuerzas”. Y,
¿cómo es esto? En la catequesis en italiano, subrayó que “podemos amar, pero
con la gracia de Dios”. Hablando en español, resumió ambos motivos:
«En
definitiva, somos deudores porque todo lo hemos recibido: la existencia, los
padres, la amistad, la belleza de la creación… En nuestra vida personal se
refleja también como un mysterium lunae, es decir un misterio de la luna. Al
igual que la luna no brilla con luz propia sino que refleja la luz del sol,
también nosotros reflejamos una luz que no es nuestra, sino que la hemos
recibido. De esta manera, si amamos es porque hemos sido amados; si perdonamos
es porque antes hemos sido perdonados. Y en esta cadena de amor que nos precede
reconocemos la presencia providente de Dios que nos ama. Ninguno ama a Dios
tanto como Él nos ha amado a nosotros. Basta que miremos a Cristo en la cruz
para descubrir la desproporción entre su amor y el nuestro».
La soberbia es el peor
pecado escondido
El
Papa se extendió hablando sobre los “pecados escondidos”, pues “hay pecados
llamativos que hacen ruido, pero también hay pecados sutiles que se anidan en
el corazón sin que nosotros nos demos cuenta”. Como señalado anteriormente, “el
peor de estos es la soberbia”, que según el Pontífice, “también puede contagiar
a las personas que viven una intensa vida religiosa”. “El pecado divide la
fraternidad, el pecado nos hace presumir de ser mejores que otros, el pecado
nos hace creer que somos como Dios”, añadió. En cambio ante Dios – dijo aún
Francisco – todos somos pecadores, y tenemos razones para golpearnos el pecho,
¡todos!
“Si
quieres engañarte a ti mismo, di que no has pecado: te estás engañando a ti
mismo, ¿eh?”, advirtió.
Escuchar la historia de
alguien que ha cometido un error
Concluyendo
la catequesis el Santo Padre incentivó a que tratemos de escuchar “la historia
de alguien que ha cometido un error”, como la de un preso, un condenado o un
drogadicto. “Sin perjuicio de la responsabilidad, que es siempre personal –
dijo – te preguntas a veces quién debe ser culpado de sus errores, si sólo su
conciencia, o la historia de odio y abandono que alguien lleva
consigo. Ese es pues, “el misterio de la luna”: amamos ante todo porque
hemos sido amados, perdonamos porque hemos sido perdonados. Y si alguien no ha
sido iluminado por la luz del sol, se vuelve tan frío como el terreno en
invierno.
En
la plaza de san Pedro se escuchó la oración del Papa: “Señor, incluso el
más santo entre nosotros no deja de ser tu deudor. Oh Padre, ten piedad de
todos nosotros”
Al
saludar a los peregrinos de lengua española, les animó en este tiempo en que
nos acercamos a la Pascua a “no dejar de mirar a Cristo en la cruz, para que su
amor purifique todas nuestras vidas y nos libre del orgullo de pensar que somos
autosuficientes. Que la gracia de la resurrección de Cristo transforme
totalmente nuestra vida”, finalizó.
Griselda
Mutual - Ciudad del Vaticano
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