En la Nochebuena de este 2024, en vísperas de la Navidad, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, iniciando oficialmente el Jubileo de la Esperanza 2025.
Posteriormente el Papa se acercó a la Puerta
Santa, orando brevemente ante ella. Tras tocar a la puerta, ésta fue abierta y
el Santo Padre la cruzó rumbo al altar de la Confesión, el altar principal de
la Basílica de San Pedro.
Concluido el rito de la apertura de la Puerta Santa de la
Basílica de San Pedro, el Papa celebró la Santa Misa en la noche de la
Natividad del Señor.
Tras proclamar el anuncio del nacimiento del Señor, se desveló
la imagen del Niño Jesús colocado en un trono delante del altar. Un grupo de
niños de distintas nacionalidades rodearon al Niño Jesús y le rindieron
homenaje colocando flores alrededor.
“La puerta de la esperanza se ha abierto de
par en par al mundo”
En su homilía, el Papa Francisco aseguró que “entre el asombro
de los pobres y el canto de los ángeles, el cielo se abrió sobre la tierra;
Dios se hizo uno de nosotros para hacernos como Él, descendió entre nosotros
para elevarnos y llevarnos al abrazo del Padre”.
“Esta, hermanos, hermanas, es nuestra esperanza. Dios es el
Emanuel, el ‘Dios con nosotros’. El infinitamente grande se hizo pequeño; la
luz divina brilló entre las tinieblas del mundo; en la pequeñez de un Niño”,
dijo.
“Y si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un
pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza
está viva, y envuelve nuestra vida para siempre”, destacó.
El Santo Padre dijo a continuación que “con la apertura de la
Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar
en el misterio de este anuncio de gracia”.
“En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par
en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza
para ti!”, aseguró.
“Hay esperanza para cada uno de nosotros”, dijo, apartándose
brevemente de la homilía preparada previamente. “Pero no olviden, hermanos y
hermanas, que Dios perdona todo, que Dios perdona siempre. No se olviden de
esto”, añadió.
“Para acoger este regalo, estamos llamados a
ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén. El Evangelio dice
que ellos, habiendo recibido el anuncio del ángel, ‘fueron rápidamente’. Esta
es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros,
sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo rápidamente”.
“Y hay tantas desolaciones en nuestro tiempo. Pensemos en las
guerras, pensemos en los niños ametrallados, en las bombas en las escuelas y en
los hospitales”, dijo.
“La esperanza cristiana —precisó el Papa— no es un final feliz
que hay que esperar pasivamente; no es un happy ending de una
película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta
tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos
demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la
mediocridad y en la pereza”.
Siguiendo el ejemplo de los pastores, el Pontífice precisó que
“la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni
la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar. Y tantos de nosotros
tenemos el peligro de acomodarnos en nuestras comodidades”.
“La esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se
arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí
mismo; la esperanza es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la
voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los
más pobres”.
El Papa dijo que por el contrario “la esperanza cristiana,
mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige
de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra
responsabilidad. Y no sólo de nuestra responsabilidad sino también de nuestra
compasión”.
“También nos hará bien preguntarnos sobre la propia compasión:
¿yo tengo compasión? ¿Sé padecer con? Pensemos en esto”, alentó.
“Este
es el tiempo de la esperanza”
“Hermanos y hermanas, este es el Jubileo, este es el tiempo de
la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el
Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la
transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo
jubilar”, expresó.
El Papa aseguró que “todos nosotros tenemos el don y la tarea de
llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en
las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que
destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad
amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en
los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías
de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.
“El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza del
Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón”, resaltó.
“Hermana, hermano, en esta noche la ‘puerta santa’ del corazón
de Dios se abre para ti. Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, para nosotros,
para todo hombre y mujer. Y con Él florece la alegría, con Él la vida cambia,
con Él la esperanza no defrauda”, concluyó.
Por David Ramos
Fuente: ACI
