La historia extraordinaria de Adriana Macías, una mujer que nos enseña que "las limitaciones están donde las ponemos"
Courtesy of Adriana Macías |
Originaria del estado de Jalisco, México,
Adriana Macías no es del todo desconocida, pues en 2022 concursó en el
programa de talentos Got Talent España, recibiendo pase directo a
semifinales al ganarse un «botón de oro» gracias a su mensaje al mundo en
momentos muy desafiantes y dolorosos debido a los años de la pandemia.
«Fui a decirle a todo el mundo —cuenta ella—que
confiaran en sí mismos, en sus sueños, en las historias de vida que les toca
vivir. Es que es muy fácil ver los momentos tristes, pero también tienes que
ver esas oportunidades y cómo podemos ser útiles. Compartí que tenemos que
retarnos a nosotros mismos todos los días. No es retar al de al lado, no es ser
mejor que el de al lado, es ser mejor que nosotros mismos todos los días».
«Habían pasado tantas cosas en mi vida que yo
creo que la gente lo percibió perfecto porque pudimos tener esta conexión, esta
empatía maravillosa».
Lo que hace tan peculiar la presentación de
Adriana es su discapacidad. Ella dice sobre su condición: «En su momento, mis
papás no supieron porqué nací así, pues no había tanta investigación en esa
época, y era muy caro hacerse ultrasonidos. De hecho, mi mamá se enteró hasta
el momento en que nací que yo venía sin brazos».
«Si volviera a nacer…»
Adriana está
tan convencida de que «hay que ser felices con lo que tenemos y con lo que no
tenemos», que hace esta afirmación contundente: «Siempre he sentido que este es
mi cuerpo original. Pienso que, si volviera a nacer, éste sería el cuerpo que
elegiría, éste que me ha permitido aprender muchísimas cosas».
Efectivamente,
«desde bebé comencé a hacer cosas con los pies, como todos los bebés, y mis
papás vieron que, para mí, mis pies eran algo que me iba a permitir sustituir
esto que me hace falta. Y entonces empezaron a darme responsabilidades: me
tocaba doblar la ropa, sacudir; yo tenía mis tareas. Y ahí descubrí que el
sentirse útil es lo más bonito que le puede pasar a un ser humano».
¿Conflicto con Dios?
Ella alguna vez se preguntó el porqué de su
situación, pero no de una manera distinta de cómo lo hace prácticamente todo
ser humano: «Seamos honestos y sinceros: todos hemos cuestionado a Dios del
porqué no nos hizo de tal o cual forma. Cuando eres joven, cuando eres
adolescente, quieres que la vida sea más fácil. Y cuando me costaba trabajo
hacer algo, lo único que me preguntaba es: ¿Por qué a mí me tiene que costar
más trabajo?».
«Pero nunca he tenido un conflicto con Dios.
Creo que mis papás siempre me educaron y me enseñaron, y yo terminé siendo una
mujer de mucha fe. Dios está conmigo todos los días; pienso en Dios cada vez
que voy a hacer algo; pienso en Dios cada que vivo un momento difícil o
doloroso. Lo invito a todo; Dios está invitado a mi vida siempre, en todos los
momentos. No concibo mi vida sin la fe».
Corazón roto
En cuanto a la convivencia social, señala que
toda su adolescencia fue la mejor amiga. «Después entré a la universidad y tuve
mi novio formal, pero luego me dijo que no se quería casar conmigo porque yo no
tenía brazos, y eso terminó por confirmarme todo ese montón de miedos que yo
tenía».
«Entonces, cuando volví a estar en pareja, iba
yo con todos estos miedos, y tomé decisiones desde esos miedos, con lo que,
obviamente, metí la pata gravemente. Intenté enmendar mis errores, pero no se
pudo, así que elegí ser mamá soltera».
La causa de su discapacidad
«Llegué a una clínica de embarazo. Pero, para
iniciar los tratamientos, pedían un estudio de genética, y a mí me daba mucha
pena pedirles dicho estudio a mis padres, porque era como destapar algo que
sabía que para ellos era un tema delicado».
Sin embargo, «deseosos de ser abuelos, mis
papás aceptaron hacerse ese estudio de genética, el cual señaló que mi
discapacidad es congénita y no genética. Esto quiere decir que a la naturaleza
se le acabó la materia prima, ya no le alcanzó, y así surgió esta historia de
mi vida».
El médico, teniendo entonces la información
necesaria sobre la condición de Adriana, aceptó hacerle un tratamiento de
embarazo, porque consideró que las posibilidades de que un hijo suyo naciera
con la misma discapacidad «eran las mismas que tenía cualquier ser humano».
La ilusión de la maternidad
La ilusión de Adriana de llegar algún día a ser
madre había comenzado en realidad mucho antes, cuando tenía 14 años. Pero no
iba a ser fácil ver cumplido su deseo, pues, ya como una joven adulta, «tuve
que estar en varios tratamientos».
De hecho, fueron ocho años los que estuvo
sometiéndose a procedimientos para intentar dar a luz un hijo. «Tuve algunas
pérdidas y fue muy doloroso, porque debí enfrentar esos momentos y volverlo a
intentar. Ahí entendí el milagro de la vida».
«Y cuando ya fue el último intento, le dije a
Dios: ‘Lo que más quiero en este mundo es ser mamá, pero Tú tienes tu plan de
vida para todos. Yo hice lo que podía, Te lo entrego a Ti’. Y esa vez quedé
embarazada».
Meritxell, su hija
Adriana dio a
luz a una niña, que ha sido una bendición en muchos sentidos. «Si no hubiera
nacido mi hija no me hubiera dado cuenta de todas mis equivocaciones. Los hijos
nos hacen darnos cuenta de todo lo que tenemos que aprender y de todo lo bien
que nos tenemos que portar».
Lejos de ver la
atención hacia su hija como una difícil o engorrosa tarea de todos los días,
Adriana más bien goza con su pequeña, que ya es una niña de primaria: «Mi hija
es mi muñeca, me encanta peinarla y vestirla».
A su niña la
bautizó como Meritxell, que es el nombre de la advocación de la Santísima
Virgen como santa patrona del principado de Andorra. Cuenta Adriana la leyenda
de que a la Virgen de Meritxell «le crecieron los brazos de ayudar tanto y dar
tantas bendiciones».
La fiesta que cambió su vida
Sucedió que, en una fiesta, se dio un momento
que le cambió la vida para siempre. «Conocí a la cuñada del subdirector de un
banco, y a ellos se les ocurrió que yo podía dar mi testimonio de vida para
celebrar Navidad».
Eso acabaría por convertir finalmente a Adriana
Macías en conferencista, pues ella está muy interesada en «compartir un mensaje
de fe, de mucho amor, de compromiso, de no desistir, de seguir luchando por la
vida. Que todo lo que hagas lo encamines a un propósito, a una misión de
servir, de darte».
Para Adriana no hay duda: «Dios nos ama a
todos. Somos sus consentidos». Y, para explicar esto, escribió el libro «Enamórate
de ti».
«Este libro surge a raíz de que somos
consentidos de Dios y nos da y nos concede muchas veces lo que pedimos. Pero
sucede con frecuencia que no estábamos listos para eso que nos dio».
Asegurá que seguramente habrá un segundo
volumen, «porque en la portada aparezco con un saco de manga larga, todavía no
había trabajado en la aceptación de mi cuerpo, y ahora lo amo así como se ve,
sin brazos».
«Elegí empezar a ponerme vestidos de manga
corta. En un escenario, como el
de Got Talent, esto es maravilloso; pero ya en una tienda, con mi
hija, fue muy difícil porque la gente voltea a ver. Quiero enseñarle a mi hija
que está bien que la gente voltee a ver, y que no por eso es algo malo. Lo malo
es esconderse, lo malo es sentirse inseguro, lo malo es no amarse, no
respetarse, no aceptarse, y lo tuve que trabajar con mi hija en la práctica».
En resumen, «las limitaciones están donde las
ponemos».
Jesús V.
Picón
Fuente: Aleteia