El hermano de Vicente Marín recuerda que desde el atentado del 11-M «la mirada de mi madre dejó de brillar»
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Fausto Marín el día que fue ordenado sacerdote por Carlos Osoro junto a su hijo Fausto, diácono. Cedida/La Razón. Dominio público |
«Esa mañana pasé
por un quiosco minutos antes del atentado y me fijé en las portadas. En
una decía que se esperaba un atentado. Entré a desayunar en un bar. En
la radio, en la cafetería a la que nunca he podido volver, saltó la noticia de
que se habían producido unas explosiones en Atocha. Tuve el pálpito
de que mi hermano iba en esos trenes». Vicente Marín tenía 37 años y
era consultor. Esa mañana había cogido el tren en la estación de Asamblea de
Madrid para, al llegar a Atocha, ir dándose un paseo hasta llegar a las Torres
de Valencia. Nunca llegó. La bomba que explotó en la estación de Atocha acabó
con su vida.
En el mismo instante en el que Fausto Marín escuchó la
noticia por la radio, «comenzó la búsqueda». Los teléfonos no tenían
geolocalizador, solo salía apagado o encendido. «Mi hermano, cuando pasaba
algún accidente o contratiempo siempre avisaba a mi madre», pero ese día
ocurrió Toda la familia le buscó por «todos los sitios». Fueron pasando las
horas y cada vez veíamos más claro el final», recuerda.
Desde la mañana del día 11 hasta el día 12, momento en el
que su padre identificó a su hermano, dice que «parecía como una película».
Era el ir y venir por los pasillos pensando que los rasgos de una persona
coincidían, y «al darle la vuelta, ver que no era él... Ir a otro sitio a ver
si lo encontrábamos... Fueron unas horas muy dramáticas».
A Vicente le gustaba el deporte, se cuidada mucho y le encantaba
pasear por las mañanas. «Era un enamorado de Madrid. Podría
estar dos semanas fuera de su ciudad, pero no mucho más, porque Madrid le
gustaba hasta en verano».
Fausto, era el hermano pequeño y fue con él con quien más tiempo
convivió. Dice que Vicente, para él «era la definición de hermano» ya que los
otros dos, más mayores que él habían sido más "padres" con él.
Mientras todos eran del Real Madrid, Vicente era forofo del Atlético. Le
gustaban las canciones de Sabina y, sobre todo, «le gustaba la
vida y tenía planes de formar una familia».
La vida le cambió a la familia Marín aquel 11-M. «Para mí fue el
mayor aprendizaje de vida. La escala de valores te la cambia y los problemas
los sitúas en otra perspectiva. Con Vicente, se fue una parte de mi
padre, pero sobre todo de mi madre. Desde aquel día, su mirada dejó de
brillar». La vida transcurrió para el resto de los hermanos, aunque
siempre marcado por lo ocurrido.
Tras el zarpazo del terrorismo y «cuando mi madre murió, mi
padre se ordenó sacerdote y puso su vida en manos del Señor». Ese giro en
la vida de su padre no sorprendió en la familia. Fausto Marín, padre de
Vicente, se había ido a unos ejercicios espirituales tras morir su mujer. «Mi
madre le dijo un día que si ella faltaba que se diera a la Iglesia. A nosotros,
gracias a Dios, la Iglesia nos ha acompañado y ha estado con nosotros en todos
los momentos». Su padre, Fausto Marín, tiene ahora 86 años y se ordenó
cuando tenía 80. En estos días la familia intenta evitar que rememore tanto
dolor y cuidar por su salud.
¿Cómo es tener un padre sacerdote? Es dos veces padre... "Sí, es como
doblemente padre. Él está más mayor, pero, mientras él ha podido y contaba con
una condición física buena, ha estado ejerciendo su sacerdocio de un modo
pleno. De hecho, él se dedica sobre todo a confesar y para nosotros es una
gracia de Dios tener un padre sacerdote. Fue el propio cardenal, Carlos
Osoro quien lo ordenó". "Entonces, mi padre era diácono
permanente, como yo", apunta.
¿Y si alguno de los asesinos de su hijo le pidiera la
administración del perdón? ¿Cree que le costaría darlo? "Ninguna duda. Él
tiene muy claro que sin dar el perdón no se puede vivir, no me cabe la menor de
las dudas".
¿Habéis perdonado? "Al final, el no perdonar te hace mantenerte alerta, tener rencor, y una serie de sensaciones que no son buenas para la persona. También hay que pensar en las familias de esas personas que tampoco tenían culpa. Hay que tener un corazón grande. Jesús nos dijo que tuviéramos un corazón grande. Pero nunca puedes olvidar lo ocurrido porque tú eres quién eres por las experiencias de tu vida. Llevamos ya veinte 11-M. Los días once, siempre vamos a misa. El 11 por mi hermano, y también por mi madre, que murió un 11 de septiembre".
"Dios nunca te abandona"
Cuando asesinaron a su hermano, ¿sintió que Dios les había
abandonado? ¿Tuvo dudas? "No. Si Dios te abandona no te daría la
capacidad para poder sobrellevar todas esas cosas. La paz que nos da
Dios para poder llevar esto nos hace que esté presente en nuestra vida. Somos
seres humanos, y no es que te cree dudas de fe, sino que puedes tener
sentimientos de rabia, de impotencia al ver que te falta un ser querido.
Pero creo que Dios nunca te abandona, sino que te acompaña".
El yihadismo ha fijado sus ataques contra el catolicismo, como
ocurrió en Algeciras con el asesinato de un sacristán, pero él no teme. «Más
que miedo, lo que recuerdo es a las familias, la soledad y la incomprensión» y
le pide al Señor que «les dé fe para llevar esa cruz de la mejor manera»,
asegura Fausto (hijo).
Fausto Marín (hijo) también se hizo diácono y, tras casarse,
sintió que quería también servir a la Iglesia y dio los pasos para ello
"con el apoyo incondicional de mi mujer". "No hay cosa
más bonita que el poder servir" y así fue como se ordenó en 2013.
Durante años, el hermano de Vicente se comió la cabeza para
explicarle a sus hijos lo que le pasó a su tío. "Tuvimos diferentes
momentos. Les expliqué que su tío está en el cielo porque cuando hubo un
atentado muy grande en Madrid su tío iba dentro. Cuando empiezan a ser más
mayores, fui aclarándoles las cosas y en esta última etapa, nuestro testimonio
les ha dado una visión más real de lo que ocurrió. No quería darles una cátedra
del dolor, pero la vida es un regalo y cada día es único y les inculco que
disfruten cada día. Hay que hacer grandes planes pero sin perder la perspectiva
de que el día a día es lo que nos da la luz para poder seguir viviendo".
¿Cree que se hizo justicia tras aquella matanza? Fausto asegura
que confía "en el Estado de derecho, en los jueces y creo en ello. Si así
lo dictaminaron, sería así. No le he querido dar más vueltas. A día de hoy no
ha habido ningún hecho que nos haya demostrado que no se llevó a cabo la
justicia".
Dice que no se ha preguntado mucho los porqués y es que "si el Señor tenía ese plan previsto para mi hermano, era el plan que había. Me he querido quedar con todo lo bueno que él me da desde el cielo todos los días.
Fuente: La razón