Celebrar la Santísima Trinidad, subrayó el Papa Francisco, no es solo un ejercicio teológico, sino una revolución de nuestra manera de vivir
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“Nuestra vida
refleja el Dios en el que creemos: yo, que profeso la fe en Dios Padre e Hijo y
Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente que para vivir necesito a los demás,
necesito entregarme a los demás, necesito servir a los demás?”, fueron las
preguntas que guiaron la reflexión del Santo Padre en su alocución antes de
rezar la oración del Ángelus de este domingo, 12 de junio, Solemnidad de la
Santísima Trinidad.
“La Trinidad
nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en
el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y
necesitados de ayudar a los demás”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución
antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este domingo 12 de junio,
Solemnidad de la Santísima Trinidad, ante los fieles y peregrinos que se dieron
cita en la Plaza de San Pedro.
Jesús presenta
a las otras dos Personas divinas
Al comentar el
Evangelio según San Juan, que la liturgia propone para esta Solemnidad, el Santo
Padre señaló que, “Jesús nos presenta en el Evangelio a las otras dos Personas
divinas, al Padre y al Espíritu Santo”. Del Espíritu dice: «No hablará de sí
mismo, sino que recibirá de lo mío y se los comunicará a ustedes». Y luego,
respecto al Padre, dice: «Todo lo que tiene el Padre es mío». “Vemos – indicó
el Pontífice – que el Espíritu habla, pero no de sí mismo: anuncia a Jesús y
revela al Padre. Y vemos que el Padre, que posee todo porque es el origen de
todo, le da al Hijo todo lo que posee, no se queda con nada para sí mismo y se
dona enteramente al Hijo”.
Las cosas de
las que hablamos y lo que poseemos
Después de
reflexionar sobre las relaciones intratrinitarias, el Santo Padre invitó a
pasar a nosotros, a las cosas de las que hablamos y a lo que poseemos. “Cuando
hablamos, queremos siempre que se hable bien de nosotros y a menudo hablamos de
nosotros y de lo que hacemos. ¡Qué diferencia respecto al Espíritu Santo, que
habla anunciando a los otros! Y, sobre lo que poseemos – afirmó el Papa –, ¡qué
celosos somos y cuánto nos cuesta compartirlo con los demás, incluso con los
que carecen de lo necesario! De palabra es fácil, pero luego en la práctica es
muy difícil”.
La Santísima
Trinidad revolución de nuestra manera de vivir
Por ello,
celebrar la Santísima Trinidad, subrayó el Papa Francisco, no es solo un
ejercicio teológico, sino una revolución de nuestra manera de vivir. “Dios, en
quién cada Persona vive para la otra, no para sí misma, nos estimula a vivir
con los demás y para los demás. Hoy – indicó el Pontífice – podemos
preguntarnos si nuestra vida refleja el Dios en el que creemos: yo, que profeso
la fe en Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente que para
vivir necesito a los demás, necesito entregarme a los demás, necesito servir a
los demás? ¿Lo afirmo de palabra o con la vida?”.
Mostrar al
Dios-Amor con los hechos antes que con las palabras
Es por ello,
que al Dios trino y uno, indicó el Santo Padre, hay que mostrarlo así, con los
hechos antes que con las palabras. “Dios, que es el autor de la vida, se
transmite menos a través de los libros y más a través del testimonio de vida.
Él, que como escribe el evangelista Juan, «es amor», se revela a través del
amor. Pensemos en las personas buenas, generosas, mansas que hemos conocido –
señaló el Pontífice – recordando su manera de pensar y actuar podemos tener un
pequeño reflejo de Dios-Amor. Y, ¿qué quiere decir amar? No sólo apreciar y
hacer el bien, sino antes incluso, en la raíz, acoger a los otros, hacer sitio
a los otros, dejar espacio a los otros”.
En cada nombre
está la presencia del otro
Para entender
mejor esta revelación de Dios-Amor, el Papa Francisco invitó a pensar en los
nombres de las Personas divinas que pronunciamos cada vez que hacemos la señal
de la cruz: en cada nombre está la presencia del otro. El Padre, por ejemplo,
no sería tal sin el Hijo; del mismo modo el Hijo no puede ser pensado por sí
solo, sino siempre como Hijo del Padre. Y el Espíritu Santo, a su vez, es
Espíritu del Padre y del Hijo.
La Trinidad nos
enseña vivir a imagen de Dios: abiertos
“En resumen –
concluyó el Papa – la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el
otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios:
abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”. Así
pues, hagámonos esta última pregunta: ¿Soy un reflejo de la Trinidad en la vida
de todos los días? ¿Se queda la señal de la cruz que hago cada día en un mero
gesto ocioso o inspira mi manera de hablar, conocer, responder, juzgar, perdonar?
Para poder responder a estas preguntas, el Santo Padre pidió a la Virgen María,
hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu, que nos ayude a acoger y
testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor.
Renato Martínez - Ciudad del Vaticano
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