AL ENCUENTRO DEL SEÑOR
II. La Visita al Santísimo,
continuación de la acción de gracias de la Comunión y preparación de la
siguiente. El Señor nos espera a cada uno.
III. Frutos de este acto de
piedad.
“En aquel tiempo, los
discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a
Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se
presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y
asustados, creían ver un espíritu.
Pero Él les dijo: «¿Por
qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos
y mis pies; soy Yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y
huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los
pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen
asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte
de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas»” (Lucas 24,35-48).
I. Jesús se aparece a los
Once, nos narra el Evangelio de la Misa. Los Apóstoles tendrán para siempre la
seguridad de su fe en el Resucitado. La certeza de la Resurrección es la piedra
angular sobre la que descansa la fe cristiana. La paz sea con vosotros, dijo el
Señor al presentarse a sus discípulos llenos de miedo. Enseguida, vieron sus
llagas y se llenaron de gozo y de admiración. Ese ha de ser también nuestro
refugio.
Allí
encontraremos siempre la paz del alma y las fuerzas necesarias para seguirle
todos los días de nuestra vida. A Jesús le tenemos muy cerca en el Sagrario, el
Señor se encuentra en la Sagrada Eucaristía con una presencia real y
sustancial: su Cuerpo y su Sangre, juntamente con su Alma y Divinidad. Es el
mismo que se apareció a sus discípulos. Es el mismo que nació, murió y resucitó
en Palestina, el mismo que está a la diestra de Dios Padre.
II. Jesús está allí, en el
sagrario cercano. Allí el Maestro nos espera desde hace veinte siglos (J.
ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino), y podremos estar con Él como María, la hermana de
Lázaro -que escogió la mejor parte- (Lucas 10, 42), en su casa de Betania,
“donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos,
nuestras ilusiones y nuestras alegrías con que le hablaban aquellos amigos
suyos, Marta, María y Lázaro” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa).
Cuando
nos encontremos delante del Sagrario bien podremos decir con toda verdad y
realidad: Dios está aquí. Y ante este misterio de fe no cabe otra actitud que
la de adoración: Te adoro con devoción, Deidad oculta; de respeto y asombro; y,
a la vez, de confianza sin límites.
III. La Visita al Santísimo
es un acto de piedad que lleva pocos minutos, y, sin embargo, ¡cuántas gracias,
cuánta fortaleza y paz no da el Señor! Allí mejora nuestra presencia de Dios a
lo largo del día, y sacamos fuerzas para llevar con garbo las contrariedades de
la jornada: allí se enciende el afán de trabajar mejor, y nos llevamos una
buena provisión de paz y alegría para la vida de familia... El Señor, que es
buen pagador, agradece siempre el que hayamos ido a visitarle. “Es tan
agradecido, que un alzar de ojos con acordarnos de Él no deja sin premio”
(SANTA TERESA DE JESÚS, Camino de perfección).
San
Juan Crisóstomo comenta estas breves palabras del Evangelio: “Y Jesús entró en
el templo. Esto era lo propio de un buen hijo: pasar enseguida a la casa de su
padre, para tributarle allí el honor debido. Como tú, que debes imitar a
Jesucristo, cuando entres a una ciudad debes, lo primero, ir a la iglesia”
(Catena Aurea). Le pedimos a la Virgen que nos enseñe a tratar a Jesús presente
en el sagrario como Ella lo trató en Nazaret.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org