AUMENTAR NUESTRA FE
II. La fe, el tesoro más grande que tenemos. Guardarla. Comunicarla.
III. La fe de María.
“Cuando Jesús se iba de
allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo
de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice:
«¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los
ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos.
Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en
cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca” (Mt
9,27-31).
I. La nueva era del Mesías
es anunciada por los Profetas llena de alegrías y prodigios. Una sola cosa
pedirá el Redentor: fe. Sin esta virtud el reino de Dios no llega a nosotros.
Más tarde, los Apóstoles se manifiestan al Señor con toda sencillez.
Conocen
su fe insuficiente en muchos casos ante lo que ven y oyen, y un día le piden a
Jesús: ¡Auméntanos la fe! También nosotros nos encontramos como los Apóstoles;
nos falta fe ante la carencia de medios, ante las dificultades en el
apostolado, ante los acontecimientos, que nos cuesta interpretar desde un punto
de vista sobrenatural.
Pero
si vivimos con la mirada puesta en Dios no hemos de temer nada: “la fe, si es
fuerte, defiende toda la casa” (SAN AMBROSIO, Comentario sobre el Salmo 18).
Imitemos a los Apóstoles y con ánimo humilde pidamos al Señor: ¡Auméntanos la
fe! Con esta confianza aguardamos la Navidad.
II. La fe es el tesoro más
grande que tenemos, y, por eso, hemos de poner todos los medios para
conservarla y acrecentarla. También es lógico que la defendamos de todo aquello
que le pueda hacer daño: lecturas (especialmente en épocas en que los errores
están más difundidos), espectáculos que ensucian el corazón, provocaciones de
la sociedad de consumo, programas de televisión que puedan dañar este tesoro que
hemos recibido.
Reconocer
al Señor delante de los hombres es ser testigos vivos de su vida y de su
palabra. Nosotros queremos cumplir nuestras tareas cotidianas según la doctrina
de Jesucristo, y debemos estar dispuestos a que se transparente nuestra fe en
todas nuestras obligaciones familiares, profesionales y sociales.
¿Se
nos reconoce como personas cuya conducta es coherente con su fe? ¿Nos falta
audacia para hablar de Dios? ¿Nos sobran los respetos humanos? Una consecuencia
de la fe firme es la seguridad y el optimismo de que las cosas saldrán
adelante. El poder de Dios está con nosotros y disipa todo posible temor. Él
nos da la gracia para cumplir nuestra vocación.
III. En todo tiempo hemos de
fijarnos en Nuestra Señora, que vivió toda su existencia movida por la fe, pero
especialmente en este tiempo de Adviento.
Confianza
y serenidad de la Virgen ante el descubrimiento de su vocación, en el silencio
que ha de mantener ante San José, en los momentos difíciles que preceden al
Nacimiento de Jesús. Fe de María en el Calvario. Ella nos pide que vivamos con
una confianza inquebrantable en Jesús. Pidamos ahora su ayuda.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org