MEDITACIÓN DIARIA: SÁBADO DE LA SEMANA 32 DEL TIEMPO ORDINARIO

LA ORACIÓN DE PETICIÓN Y LA MISERICORDIA DIVINA

Dominio público
I.
Nuestra confianza en la petición tiene su fundamento en la infinita       bondad de Dios.

II.  Acudir siempre a la misericordia divina.

III. La intercesión de la Virgen.

“En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: -«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. 

En la misma ciudad habla una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, corno esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. "» Y el Señor añadió: -«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»” (Lucas 18,1-8).

I. El Señor nos enseñó de muchas maneras la necesidad de oración y la alegría con que acoge nuestras peticiones. Él mismo ruega al Padre para darnos ejemplo de lo que habíamos de hacer nosotros. Bien sabe Dios que cada instante es nuestra existencia es fruto de su bondad, que carecemos de todo, que nada tenemos. Jesucristo quiso darnos todas las garantías posibles, al mismo tiempo que nos mostraba las condiciones que ha de tener siempre la petición.

El amor de los hijos de Dios debe expresarse en la constancia y en la confianza, pues “si a veces tarda en dar, encarece sus dones, no los niega ...Pide, busca, insiste. Dios te reserva lo que no te quiere dar de inmediato, para que aprendas a desear vivamente las cosas grandes. Por tanto, conviene orar y no desfallecer”.

II. El Señor es compasivo y misericordioso (Santiago, 5 11) con nuestras deficiencias y con nuestros males. Santo Tomás insiste frecuentemente que en la omnipotencia divina resplandece de manera especial la misericordia abundante e infinita. En Cristo, enseña el Papa Juan Pablo II, se hace particularmente visible la misericordia de Dios. “Él mismo la encarna y la personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia” (Encíclica Dives in misericordia).

Él nos conoce bien y se compadece de la enfermedad, de la mala situación económica que quizá atravesamos..., de las penas que la vida lleva a veces consigo. Sin embargo nuestra primera solicitud, la petición más urgente que elevamos cada día al Señor debe ser el estado de nuestra alma. Jesús, por su misericordia, nos ayudará a poner remedio al pecado, a nunca alejarnos de Él.

III. En Caná de Galilea, la Virgen puso de manifiesto su poder de intercesión ante la carencia del vino en la fiesta de bodas. El Señor había determinado que su hora fuera adelantada por la petición de su Madre. Desde el principio la obra redentora de Jesús está acompañada por la presencia de María. La Virgen Santa María, siempre atenta a las dificultades de sus hijos, será el cauce por el que llegarán con prontitud nuestras peticiones.

Hoy, un sábado que procuramos dedicar especialmente a Nuestra Señora, es una buena ocasión para acudir a Ella con más frecuencia y con más amor.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org