LA ORACIÓN DE PETICIÓN Y LA MISERICORDIA DIVINA
Dominio público |
II. Acudir siempre a la misericordia divina.
III. La intercesión de la
Virgen.
“En aquel tiempo, Jesús,
para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse,
les propuso esta parábola: -«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni
le importaban los hombres.
En la misma ciudad habla una viuda que solía ir a
decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se
negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los
hombres, corno esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a
acabar pegándome en la cara. "» Y el Señor añadió: -«Fijaos en lo que dice
el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día
y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero,
cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»” (Lucas
18,1-8).
I. El Señor nos enseñó de
muchas maneras la necesidad de oración y la alegría con que acoge nuestras
peticiones. Él mismo ruega al Padre para darnos ejemplo de lo que habíamos de
hacer nosotros. Bien sabe Dios que cada instante es nuestra existencia es fruto
de su bondad, que carecemos de todo, que nada tenemos. Jesucristo quiso darnos
todas las garantías posibles, al mismo tiempo que nos mostraba las condiciones
que ha de tener siempre la petición.
El
amor de los hijos de Dios debe expresarse en la constancia y en la confianza,
pues “si a veces tarda en dar, encarece sus dones, no los niega ...Pide, busca,
insiste. Dios te reserva lo que no te quiere dar de inmediato, para que
aprendas a desear vivamente las cosas grandes. Por tanto, conviene orar y no desfallecer”.
II. El Señor es compasivo y
misericordioso (Santiago, 5 11) con nuestras deficiencias y con nuestros males.
Santo Tomás insiste frecuentemente que en la omnipotencia divina resplandece de
manera especial la misericordia abundante e infinita. En Cristo, enseña el Papa
Juan Pablo II, se hace particularmente visible la misericordia de Dios. “Él
mismo la encarna y la personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la
misericordia” (Encíclica Dives in misericordia).
Él
nos conoce bien y se compadece de la enfermedad, de la mala situación económica
que quizá atravesamos..., de las penas que la vida lleva a veces consigo. Sin
embargo nuestra primera solicitud, la petición más urgente que elevamos cada
día al Señor debe ser el estado de nuestra alma. Jesús, por su misericordia,
nos ayudará a poner remedio al pecado, a nunca alejarnos de Él.
III. En Caná de Galilea, la
Virgen puso de manifiesto su poder de intercesión ante la carencia del vino en
la fiesta de bodas. El Señor había determinado que su hora fuera adelantada por
la petición de su Madre. Desde el principio la obra redentora de Jesús está
acompañada por la presencia de María. La Virgen Santa María, siempre atenta a
las dificultades de sus hijos, será el cauce por el que llegarán con prontitud
nuestras peticiones.
Hoy,
un sábado que procuramos dedicar especialmente a Nuestra Señora, es una buena
ocasión para acudir a Ella con más frecuencia y con más amor.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org