Este aromático elemento de la tradición católica
se remonta a milenios antes de Cristo
Pascal Deloche | Godong |
Para mí, hay
algo en el olor del incienso recién quemado inundando la iglesia que me resulta
espiritualmente inspirador. Pero, ¿de dónde surgió el incienso y por qué lo
empleamos?
El uso del
incienso en el culto religioso se remonta a más de 2000 años antes
incluso de que empezara el cristianismo.
Su utilización
ya está documentada en China antes del 2000 a. C. El comercio de incienso y
especias era un importante factor económico entre Oriente y Occidente cuando
las caravanas atravesaban la ruta del incienso por Oriente Medio desde Yemen y
a través de Arabia Saudí. La ruta terminaba en Israel y era aquí por donde se
introducía el incienso al Imperio romano.
Las religiones en
el mundo occidental han empleado desde hace mucho tiempo el incienso en sus
ceremonias. El incienso aparece en el Talmud y se menciona 170 veces en la
Biblia. Por ejemplo, en Éxodo 30, 1:
“Harás un altar
para quemar el incienso…”.
La utilización
del incienso en el culto judío continuó mucho después del comienzo del
cristianismo y fue una influencia evidente en el uso de la Iglesia católica en
las celebraciones litúrgicas.
La Iglesia
considera la quema del incienso como una imagen de las oraciones de los fieles
alzándose al Cielo. El simbolismo se menciona en Salmos 141,
2:
“Que mi oración
suba hasta ti como el incienso, y mis manos en alto, como la ofrenda de la
tarde”.
No hay un
registro de un marco temporal específico que nos permita saber cuándo se
introdujo el incienso en los servicios religiosos de la Iglesia.
No hay pruebas
disponibles que muestren su uso durante los primeros cuatro siglos de la
Iglesia, aunque hay referencias de su empleo en el Nuevo Testamento. Lucas, al
inicio de su Evangelio, habla sobre el nacimiento de Juan Bautista y escribe:
Toda la asamblea
del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo.
El incienso es
un sacramental, utilizado para santificar, bendecir y venerar. El humo del
incienso es símbolo del misterio de Dios Mismo.
A medida que se
eleva, la imagen y el olor expresan la dulzura de la presencia de Nuestro Señor
y refuerza cómo la misa se vincula con el Cielo y la Tierra, terminando en la
mismísima presencia de Dios.
El humo también
simboliza la intensa fe que debería llenarnos y su fragancia evoca la virtud
cristiana.
La Instrucción
General del Misal Romano (IGMR) permite el uso del incienso en diversos
momentos durante la misa.
Cuando algo se
inciensa, el turiferario balancea el incensario tres veces, lo cual
representa las Tres Personas de la Santísima Trinidad.
Hay diferentes
momentos durante la misa en los que puede emplearse el incienso:
- durante la procesión de entrada,
- al comienzo de la misa, para incensar el altar,
- antes de la proclamación del Evangelio y
- en la preparación de los dones, cuando están sobre el altar, para incensar las ofrendas, la cruz, el altar, al sacerdote y, finalmente, al pueblo.
Además, el incienso
se emplea en los funerales tanto en la iglesia con el ataúd
como en el cementerio. Se usa el Jueves Santo cuando el Santísimo está
expuesto. Y durante la Vigilia Pascual, se colocan cinco granos de incienso en
el Cirio Pascual.
Para terminar,
veamos lo que dice al respecto el libro de Apocalipsis 8, 3-4:
Y vino otro
Ángel que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una gran
cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los santos,
sobre el altar de oro que está delante del trono. Y el humo de los perfumes,
junto con las oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel hasta la
presencia de Dios.
En efecto, el
uso del incienso tiene raíces profundas en nuestra tradición católica.
Larry Peterson
Fuente:
Aleteia