La Penitencia es el arte de
quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer visible esa santidad ya
contenida en el hombre desde el bautismo
La Ascesis
o Penitencia es el esfuerzo humano que responde a la gracia de Dios, y es
el medio por el cual el hombre se dispone y purifica su vida para que en ella
se desarrolle en plenitud la vida divina. Este esfuerzo en nosotros los
cristianos adquiere una nota particular y quizás única, ya que, a diferencia de
algunas otras "espiritualidades", la Ascesis en el fiel cristiano, es
animada y dirigida por el mismo Espíritu Santo, que no busca destruir sino
construir.
El
padre Rainiero Cantalamessa, al referirse a la santidad y su relación con la
Penitencia, dice:
"La
Penitencia es el arte de quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer
visible esa santidad ya contenida en el hombre desde el bautismo".
Por
ello, la Ascesis es la herramienta de la que nos valemos para fortalecer los
muros por los cuales transitan nuestros deseos y aspiraciones, los cuales fuera
de control son capaces de destruir nuestra vida, o al menos impedir que ésta
alcance la plenitud. Es, digamos, el elemento regulador, y, en muchos casos, el
propulsor de una vida equilibrada y santa. Por eso dice al respecto el
Catecismo de la Iglesia: "Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el
camino más seguro de la penitencia" (Cat. No. 1435)
Por
una ancestral tradición, los viernes son considerados como un día de
Penitencia. Esto es debido, principalmente a que en un viernes Jesús padeció
por nosotros para darnos la vida eterna. Por esta razón, entre otras, se ha
identificado la Penitencia con el sufrimiento. Cuando pensamos en la
Penitencia, de inmediato viene a nuestra mente los monjes dándose de latigazos,
o poniéndose espinas en el pecho, o de alguna manera destruyendo su cuerpo. Sin
embargo, el papa Juan Pablo II nos explica en su exhortación apostólica
Reconciliación y Penitencia:
"La
Penitencia es todo aquello que ayuda a que el Evangelio pase de la mente al
corazón y del corazón a la vida."
Es
decir la Penitencia es una ayuda para que podamos realmente vivir el Evangelio. Un
santo de la edad media que había entendido bien lo que era la Penitencia decía: la
primera y más importante Penitencia es: Orar.
Desafortunadamente,
el hombre de hoy tiene un concepto equivocado de lo que es la Ascesis o
Penitencia y en muy baja estima el valor de la cruz. La vida cómoda y
materialista que vivimos nos hace despreciar con facilidad estos dos valores
que son fundamentales (cf. Mt 10,38), por no decir, indispensables, en la vida,
no solo para alcanzar la santidad y con ello la plenitud, sino incluso para
poder vivir una vida razonablemente alegre y estable. Y es que la Penitencia
actúa como una fuerza reguladora sobre nuestras pasiones y deseos los cuales
dejados en libertad pueden llegar a destruir nuestra vida. Para contenerlos, en
algunos casos debemos agregar a nuestra vida algo, "Ascesis Positiva",
y en otros eliminar o matizar, "Ascesis Negativa". En ambas
direcciones la Penitencia supone una renuncia, por lo que esto no se podrá
hacer sin la ayuda de la cruz y del Espíritu Santo.
La
Penitencia cristiana, correctamente entendida, no se trata de destruir
nuestro cuerpo, sino de una "herramienta espiritual que ayuda a que los
criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la
vida diaria".
Para
que la Penitencia sea verdaderamente una ayuda para el crecimiento espiritual,
es necesario quitarle toda esa carga negativa que por años ha tenido, para
redescubrirla como un momento privilegiado de encuentro con la misericordia de
Dios que conoce nuestras miserias y que a pesar de ellas, nos ama y nos ha
llamado a la santidad más elevada. Esto nos llevará sin lugar a dudas a
experimentar el poder que sana el interior del hombre y que le impulsa a
reemprender el camino de la felicidad, la alegría, el gozo y la paz. Así la
Ascesis es la cruz benéfica que nos ayuda a renunciar a nosotros mismos, a los
excesos y exageraciones, y que prepara el camino para que Dios desarrolle en
nosotros la vida divina, la "Vida según el Espíritu".
Sin
embargo debemos ser conscientes que la falta de prudencia, puede también
desordenar la misma Penitencia, con lo cual se causan graves daños, sobre todo
al alma, ya que la práctica de la mortificación debe ser siempre un acto de
templanza.
Santo
Tomas, citando a San Jerónimo dice:
"No
hay diferencia entre matarse en largo o en corto tiempo. Se comete una rapiña,
en vez de hacerse una ofrenda, cuando se extenúa inmoderadamente [sin
templanza] el cuerpo por la demasiada escasez de alimento o el poco de
sueño".
Seamos
pues prudentes, pero decididos, en el camino de la Ascesis y la Penitencia, de
esta forma avanzaremos en la santidad de la mano de Cristo.